noviembre 06, 2009

Mapas y escaleras...

Cuando se trata de sexo, mis amigas y yo solemos tener una pregunta recurrente: ¿por qué el dios Eros, el Dios verdadero, la vida, la energía creadora, el polvo de estrellas o lo que sea, no les da a los hombres un mapa?
¿Que para qué queremos que tengan un mapa, si son bastante ubicados? Muy sencillo: las mujeres no somos como una ciudad.
Desde épocas inmemoriales, los varones conocieron calles, carreteras y avenidas como si trajeran integrado un GPS... Saben moverse en la metrópolis, hallan las calles que nunca antes habían visto, aunque les den treinta vueltas, casi siempre llegan a donde quieren; no, no, no, son U-BI-CA-DÍ-SI-MOS... cuando se trata de cientos (que digo cientos, miiiiiiiles) de kilómetros.
Sin embargo, queridos míos, son bastante desubicados cuando hablamos de algunos cuantos centímetros...
¿Qué?, ¿que a qué me refiero? ¡Pues al cuerpo!
No, no al suyo, ese lo conocen de memoria... Me refiero ¡al nuestro!
Resulta, gente bonita, que la mayoría de los hombres a los que he conocido (sea por experiencia personal o por los comentarios de mis amigas) difícilmente saben dónde está qué, para que a uno se le vayan los deseos a sitios inimaginables...
De todo lo que he escuchado, visto o sentido, hay dos sitios especiales para los que las mujeres quisiéramos proponer la existencia de un mapa: el clítoris y el punto G.
Sí, señoras y señores, hay quienes no tienen idea ¡¡¡dónde está el clítoris!!! Pero bueeeeeno... eso es más sencillito, por lo que los remitiré a un simple esquema, para que, quienes no lo conozcan, se sientan en confianza...
Pero ahora vamos a lo más complicado...
¡¿Dónde rayos está el punto G?!
Resulta, queridos míos, que a veces ni siquiera nosotras sabemos... en serio... entonces eso complica toda la búsqueda para ustedes. No obstante, hace un tiempo conocí a alguien que sabía exactamente dónde estaba eso que yo jamás había podido encontrar.
El descubrimiento sucedió una noche de luna llena, cuando no podía esperar nada más de la vida, pues había tenido una de esas superexperienciascasireligiosas que a uno lo dejan en estado zen perpetuo...
La calamidad en cuestión me había regalado varios momentos de suspiros ardientes, cuando decidió llevar su mano a territorios complicados para cualquier simple mortal... Él, que no es un simple mortal, encontró de inmediato el punto exacto, al que aplicó la presión exacta, con el movimiento exacto, para hacerme llegar a un momento exacto, en el que todas las exactitudes se convirtieron en orgasmo...
Debo reconocer que en un principio supuse que el roce había sido accidental, pero con el paso del tiempo me di cuenta que estaba equivocada: el hombre ¡SABÍA lo que hacía!
Cuando por fin se terminaron las batallas, hice la misma pregunta que alguna vez me hicieron y que tanto me molestó (I'm so sorry, pero debía saber...): "¿Dónde aprendiste eso?".
La calamidad aquella me contó una historia de psicólogas sexuales y educación teórica que me recordó bastante a la mía, y que me hizo sentirme realmente agradecida con los libros de texto... Para terminar, la calamidad en cuestión me dio un tip que ahora yo, con toda mi vocación altruista, les comparto:
-Mira, hermosa, esto es muy simple: encontrar el punto se trata de subir al segundo piso e ir directamente al fondo.
Reconozco que, al igual que algunos de ustedes, al principio me quedé con cara de what?, pero luego de la explicación de la frase, quedé más que satisfecha. La calamidad se volteó hacia mí y llevó su mano a mí, mientras hablaba: "hay dos niveles ahí dentro, el chiste es llegar al segundo, y dirigirse a lo más profundo... lo demás, es cuestión de práctica"...
Como pueden imaginar, aquella noche practiqué bastante, por aquello de que no se me olvidara lo bien aprendido, pero luego de un buen rato descubrí que los hombres no necesitan mapas, pues es suficiente con que sepan encontrar las escaleras...

octubre 24, 2009

...

Deja que caigan tus besos en mis caderas... que se derramen despacio, como si no lleváramos prisa...
Deja que sean tus manos las que descubran mi piel... que sean ellas las que acunen mi vientre cuando quiera beber...
Deja que sea en tu cuerpo que encuentre la calma... que sea en ti, donde me hallo en casa...
Deja que te recorra con la punta de mis dedos... que te acaricie en silencio en la madrugada...
Déjame sentir tu aliento en mi cuello... tu boca en mi pecho... tus ganas de hacerme el amor cada mañana...
Deja que sólo una noche recorra tu cuerpo hasta aprenderlo... que memorice tus sonrisas, tus silencios... tus abrazos, tus te quieros... Déjame sentir la espalda quebrar...
Deja que seamos tú y yo, no nuestra sombra o nuestra luz, las que elijan mancharse de sal...

octubre 21, 2009

Aún no descubro por qué si sabía que te irías, aún intento saber si te tengo.
Sé que me equivoco, que debiera pensar más en mí y menos en ti... que debiera borrar cada beso, de los muchos que me diste la noche que me pintaste una promesa bajo la luz de un bar...
...Que debiera irme, salir corriendo de tu recuerdo y arrancarme la piel que tatuaste...
Sé que debiera lavar mi piel hasta que deje de oler a tu piel... que debiera mirar hacia otra parte, donde no vivas tú... que debiera seguir caminando en dirección contraria, donde no hubiera sitio para encontrarte...
Sé que debiera olvidarte... ignorar el silencio... seguir caminando... dejar de soñar...
Pero no puedo... aún sigo preguntándome si, en el fondo, te tengo...

octubre 18, 2009

Cinco sentidos: oído

"Si sigues besándome así, un día simplemente no te dejaré llegar a tu casa", le dije cuando me rozó el cuello mientras nos despedíamos.
Durante horas había tratado de disimular que sus besos provocaban un mar de sensaciones en mi cuerpo, pero en ese momento, de mi boca salió lo que llevaba toda la velada deseando: "no te dejaré llegar a tu casa"...
Nunca, hasta entonces, había deseado de esa manera. Jamás, hasta esa noche, había pensado en abandonar mi cama para buscar en otro sitio el calor que necesitaba mi piel...
La calamidad en cuestión había saltado a mi vida casi por casualidad unos días antes, en uno de esos giros que tiene el destino, y se había alojado en mis labios para hacerlos conocer el exceso y la adicción...
La siguiente noche que pasamos juntos, con su aliento en mi cuello y las rodillas apretadas de deseo, me abracé a él como si lo conociera de toda la vida, y le pedí que no se fuera... Yo, que por entonces aún sentía miedo de aceptar que las piernas se me iban derritiendo, me apreté contra su pecho cuando respondió que no iría a ningún lado, que se quedaría conmigo...
Horas después, con algunas copas encima y la miel cayendo lenta por mi espalda, el destino nos volvió a girar y debimos decir adiós...
"Si sigues besándome así, un día simplemente no te dejaré llegar a tu casa", le dije entonces sin pensar, deseando que fuera esa, y no otra, la noche que abandonara mis sábanas por seguirlo a él...
"Si te beso así, es porque un día no quiero llegar... ¿Crees acaso que no tengo tantas ganas como tú?", me dijo al oído, dejándome sin habla y sin respiración.
Nunca, hasta entonces, el sonido de las palabras me había sorprendido tanto como esa noche; no sólo fueron las mías, saliendo naturalmente de algún sitio en el fondo de mi vientre; sino las suyas, que me llevaron al desierto, desde donde aún no vuelvo...
"Un día no llegaré, me secuestrarás y yo te ayudaré...", una frase que sigo escuchando aún, entre sueños...

octubre 16, 2009

Cinco sentidos: vista

"Hay mucha gente viéndonos", le dije cuando puso su mano sobre mi cadera y comenzó a jugar con el elástico de mi ropa interior.
Llevábamos todo el día jugando a seducirnos: mensajes tibios, palabras trazadas en la piel y un montón de miradas que hablaban por sí mismas; por eso no me sorprendió que me detuviera un segundo para decirme que le encantaría robarme en ese instante.
"Me encanta cuando te pones falda... luces sexy, cachondísima...".
"Cachondísima", pensé... Por primera vez en la vida, la palabra me quedaba exacta.
"Nos están viendo", le repetí cuando sentí sus dedos subir por mis muslos y supe que, si no se detenía, sería mi mirada la que nos delatara.
-No seas paranoica, nadie nos ve, todos están en lo suyo...
Sus dedos, tibios, suaves, subían y bajaban por mis piernas, dibujaban círculos, espirales ascendentes que me provocaban sensaciones encontradas y que, finalmente, terminaron por hacer que diera un paso atrás...
-No te vayas... no haré algo que no quieras...
-Que nos están viendo...
-¿Y? ¿A poco no disfrutas sabiendo que mientras yo te acaricio, todo el mundo hace un sacrificio por no voltear?
Tenía razón, lo disfrutaba. En un par de ocasiones había volteado a ver las caras de quienes nos rodeaban: tensas, llenas de nerviosismo, curiosas... y me había excitado aún más, de saber que aunque todos querían saber qué era lo que pasaba debajo de mi falda, nadie se atrevería siquiera a moverse.
Ahí estaba yo, que durante tanto tiempo había huido de sus manos, dejándome seducir por ellas frente a todo el mundo, arqueando la espalda por la cascada de sensaciones que tenía... apretando los ojos, con la cabeza echada hacia atrás, las uñas clavadas en su brazo izquierdo...
-Ya me voy, dije bajito mientras daba un paso hacia atrás para liberarme del deseo. Ya me voy, repetí...
Solté su mano y alisé mi falda, respiré profundo... giré.
Caminé hacia la salida como si hubiera ganado una batalla: con la frente en alto, las piernas apretadas, el cuerpo palpitante, el aliento vivo... Pude sentir cada una de sus miradas, como hierros calientes, grabándome la palabra "puta" sobre la espalda; el peso de sus ojos cayendo sobre mí cuerpo, la fuerza de sus palabras no dichas...
Y me sentí feliz.... feliz por saber que era a mí, a nadie más, a quien pertenecía mi cuerpo...
...
"Nos vieron", escribió más tarde. "Nos vieron, y me creció el deseo".

septiembre 26, 2009

Cinco sentidos: tacto

"Sólo te pido una cosa", le dije alguna vez a una calamidad naciente, "jamás me detengas las dos manos... me siento atrapada".
-Ajá, contestó aquel, mientras me sostenía las puntas de los dedos con los dientes.
Mi petición estaba bien fundada. Dice mi mamá, que hasta entonces había tenido una razón absoluta cada vez que hablaba de mí, que estaba segura de que si me cortaban las manos, me quedaba muda... y tenía motivos poderosos para decirlo (pero esa es otra historia).
La calamidad aquella me hizo caso por un tiempo, dejándome las manos libres y haciendo malabares para hacer un montón de cosas que se imaginaba...
Me detenía fuerte una mano, me tomaba por el cabello, me detenía la cara... bueno, todas las cosas que se imaginen... peeeeeeeeero, un día tuvo una idea genial y decidió dejar de respetar mi única petición en la vida...
Debo decir que se aprovechó de que yo me había bebido un par de tragos y de que andaba más caliente que de costumbre, pero el chiste es que en uno de esos arrebatos que uno tiene, la calamidad me sostuvo las manos por encima de mi cabeza y no me dejó volverlas a mover en muuuuucho rato...
Al principio, confieso que me sentí extrañísima, atrapada, incómoda.... que estaba, más que excitada, encabronada, porque el tipo no ubicaba que, mientras él me estaba deteniendo -bastante fuerte, por cierto- ambas manos, yo estaba al borde del colapso nervioso...
Luego de que me cansé de decirle en repetidas ocasiones -en todos los tonos posibles y haciendo toda clase de promesas- que me soltara, me resigné a que ese día se haría lo que él quería, y empecé a disfrutarlo...
Hasta ese momento, mi experiencia decía que debía ser capaz de tocar, ver y probar todo cuanto estuviera a mi alcance cada vez que me encontrara con una amante, pero ese día aprendí que en el sexo, como en la moda, a veces menos es más...
Al dejar mis manos fuera del juego, la calamidad aquella no sólo intensificó sus esfuerzos, sino que provocó un subidón en mis deseos y mis sensaciones... así pude saber que si tocan un punto en mi espalda, justo abajo de mi hombro, siento cosquillas en el dedo medio; que si me besan la última costilla, las rodillas se me doblan... y que dentro de mí hay un profundo deseo de que me aprisionen aún más fuerte...
Así, mi experiencia más táctil no tuvo jamás algo que ver con que yo tocara... pero sin duda recuerdo cada sensación.

septiembre 18, 2009

Cinco sentidos: gusto

Durante años pensé que ser una buena mujer consistía en tener valores, inteligencia, modales y un montón de cosas old fashion que me enseñaron desde niña...
Quería ser una buena esposa, una buena madre, una buena profesionista, una buena ciudadana...
El verano del año 2002 decidí que también sería buena amante.
Debo decir que en aquella época sabía muy poco de lo que eso quería decir; era casi virgen y seguía sintiendo vergüenza de casi todo lo que luego aprendería a hacer con soltura.
Con poca experiencia y un pudor casi ridículo, comencé el aprendizaje de la misma forma que había adquirido todo lo que sabía hasta el momento: con teoría.
Nada sabía yo de libros eróticos o de revistas, blogs o cualquier otra cosa que me pudiera ayudar. Le tenía miedo a hablar de mi sexualidad, incluso con mi amiga más cercana, y no compartía detalle alguno sobre lo que sucedía por ese entonces -sólo- en la habitación.
Con esas referencias, decidí que mi mejor opción para adquirir conocimientos en la materia era Cosmopolitan.
Por esa época, la revista publicaba 'La biblia sexual', una trilogía de artículos que explicaban paso a paso cómo hacer qué, y cuándo.
Yo, que siempre he sido buena siguiendo instrucciones, aprendí en tres meses de religiosa lectura, algo de lo que para muchas implica años y años de ensayo y error: dónde las caricias, cómo la boca, cuándo las manos, por qué la presión...
Así, sólo con teoría, aprendí a hacer un blow...
Cuando lo llevé a la práctica, supe que la piel de un amante es siempre la fruta más dulce, que cada instante amargo tiene su recompensa cuando descubres que desde el sitio privilegiado donde te encuentras puedes ver los ojos de quien amas... Supe que el sexo es agridulce, que besar de esa manera sabe a menta y chocolate, que la sal siempre libera, que la vida es divertida cuando le pones un poco de picante...
Nada después de esa vez fue lo mismo, pues aunque aún no me tomo la vida como tequila, descubrí que nada tiene un mejor sabor que el deseo...

septiembre 15, 2009

Cinco sentidos: olfato

Siempre he creído que la nariz no me funciona... soy de las que tienen que quedarse pegadas a los muestrarios de perfumes, para decidir cambiar de aroma; de las que jamás saben a qué huele un lugar o una persona, de las que se tienen que poner perfume cada dos horas para sentir que sigue oliendo rico...
Tengo un mal olfato.
Hay algunos que dicen que se lo debo a mi adicción a la nicotina, pero yo estoy segura que no es cierto: desde niña, muy niña, me ha sucedido lo mismo.
Con él siempre fue distinto...
Siempre me olió riquísimo, aunque no trajera loción...
Su aroma -entre madera y amizcle en invierno, entre arena fresca y hojas de menta en primavera- siempre me provocó cosquillas detrás de las rodillas y miel tibia entre las piernas...
Por meses, cuando recién apareció en mi vida, me fue difícil controlar el hormigueo y calmar el 'calambrito' en mi vientre... aun así, disfrutaba quedarme atrapada entre sus brazos, con la cara apretada a su pecho...
"Hueles a ámbar", me dijo un día que seguro no recuerda, dejando sonar el caracol que tiene en la garganta, mientras su aliento hacía volar mis cabellos...
Sí, me ponía caliente... aún ahora, cuando hay ya varios meses de distancia entre el día que corre y la última vez que lo vi, me sigue poniendo igual...
Mi relación con él, entre platónica y masoquista, siempre me puso la piel chinita...
"No, no podemos hacer el amor encima de la mesa", dijo alguna vez como respuesta a un amigo mutuo, como adivinando lo que yo hubiera querido hacer, como sabiendo que moría por estar con él...
Aquella ocasión, imaginé cómo oleríamos juntos... cómo sería la explosión, con su aroma y el mío mezclados, con su cuerpo en mi cuerpo, con la sal y la miel...
"Oleríamos rico", le dije años más tarde, creo que sin que siquiera alcanzara a entenderme.
"¿Qué?"... "Nada, oleríamos rico", le dije otra vez metida en su pecho...
Esa vez, como muchas más... como siempre, quizá, me quedé con las ganas...
Sí, el hombre de mis deseos sigue siendo el mismo... y su aroma (aun en el recuerdo) me sigue disparando los sentidos, aunque sepa que quizá nunca lo tenga en mi cama... aunque sé que quizá nunca sepa que antes de él, jamás había olido...

Prometí contarte...

Prometí contarte de mi cuerpo... prometí hacerlo la otra noche y nos perdimos en caricias...
Prometí contarte de mi mente, llena de nubes y deseos; de mis ojos y mi piel...
Prometí decirte mis secretos en cien idiomas, uno por cada calma que me has roto...
Prometí decirte, por ejemplo, que tu roce debajo de mi falda me hace débil, que tu lengua recorriéndome el cuello me convierte en agua...
Prometí decirte que ahí, más allá de donde llegan tus dedos, hay un sitio reservado a tus antojos...
Prometí contarte de mis caminos, quinientos andados y otros tantos desandados en la búsqueda...
Prometí hablarte, bajito, de mi voz; acurrucar mi corazón entre tus brazos y abrir mi pecho para contarte de maravillas y desgracias, de la miel y el frío...
Prometí contarte del manantial que fluye de mi vientre, de las libélulas que anidan en mi espalda, de los millones de seres que viven en mi mente...
Prometí contarte... contarte de mí cuando vives dentro, que es igual que hablar de ti cuando me tienes...
Prometí describir las curvas y los pliegues, hablarte al oído de mi cuello, de mi pelo derramado en tu almohada, de cada fibra y cada célula...
Pero soy mala cumpliendo promesas, como mala también para contar y para amar por adelanto... mala como tú para escuchar entre las sábanas y hablar entre suspiros...
Por eso, amor, mejor ven y conóceme por ti mismo, que yo haré lo mío al decirte que vas por buen camino...

septiembre 07, 2009

Adicciones...

Soy adicta al helado, casi tanto como a los zapatos o a los hombres inteligentes. Por eso, quizá, me da por desearlo a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia.
Hoy quise helado, mientras el cielo se caía a pedazos y yo sostenía conversaciones civilizadas con gente que me hace sacar mi lado más incivilizado...

-Quiero un helado...
-Helado sobre ti, debe saber más rico...

No necesito decirles que quiero un helado... muchos helados... aunque haga frío y el cielo se caiga... al fin que sé que las noches frías y lluviosas le hacen desearme desnuda, a su lado...

agosto 26, 2009

Recuerdos de una muerte pequeña

Recuerdo perfecto la primera vez que lo sentí...
Fue una descarga eléctrica recorriéndome la espina dorsal, un rayo tibio quebrándome las piernas, un dulce calambre en la punta de mis pies... un minuto de asfixia y taquicardia que me hizo volver a la vida... un barril de miel derramada... una pequeña muerte.
Su llegada me tomó por sorpresa, como por sorpresa me tomará la muerte o el amor, que es casi lo mismo...
Y así, en un segundo, me hizo adicta... y quise sentirlo más y más veces... siempre, mientras me quede vida.
Recuerdo esa tarde, su cuerpo tibio, mis pies helados; recuerdo todo como si fuera ayer, como si el corazón no terminara de calmarse, como si la piel aún guardara su recuerdo.
Fue mi primer orgasmo, mi primer momento, mi primera vida.
Y sí, llegó casi por casualidad... sin intentarlo, sin saber.
En esa época, era yo muy inexperta, muy inocente, muuuuuuuuuy pendeja...
Sabía, deseaba, buscaba, mucho menos que hoy... pero fue lindo.
Creía que las cosas llegaban con magia, que la vida tenía una caja de música escondida, que abría cuando decidía irme a la cama con él; creía que había bruma fresca, aroma a lirios, luz filtrada...
Me levantaba de la cama envuelta en sábanas; me tragaba los gritos, los rasguños, las palabras... era yo tan joven, tan virgen, tan sencilla...
Luego todo fue distinto, aprendí a vivir en cada beso, a luchar por alcanzarlo, a correr hasta la cima... y nada volvió a ser lo mismo.
Me convertí en mujer, en animal nocturno, en lágrima dulce, en coleccionista... y busqué en cada piel, en cada boca, en cada daga, en cada mano, en cada cama, una pequeña muerte para llenar el vórtice de mi deseo, para saciar el hueco de mi vientre...
Lo recuerdo, lo recuerdo claro...
Cierro los ojos, vuelvo a arquear la espalda, a estirar los pies... y entonces, simplemente, quiero morir nuevamente...

agosto 24, 2009

Nací mujer

Hoy debo decirte todo, hacerte saber lo que tantas veces preguntaste, recordar esa noche para intentar explicarte lo que a veces ni yo misma entiendo.
Era tarde, hacía frío. Acabábamos de hacer el amor luego de una larga noche de fiesta, mi vestido verde todavía colgaba del brazo del sillón, mis piernas aún temblaban por la intensidad de la explosión. La casa era un sembradío de ropa y silencios, pero decidiste romperlo.

-¿Me amas?

-¿Qué pregunta es esa?, tú y yo no hablamos de amor, es el acuerdo.

-Esta vez hablaremos, ¿me amas?

-Esteban, por favor, no juegues con eso, ya hemos platicado.

-No estoy jugando María, sólo quiero saber si me amas.

-¿Amarte? Es muy difícil decirlo…

-¿Entonces por qué sigues durmiendo conmigo?

-No dormimos, cogemos.

-María, ¿qué palabra es esa?, responde ¿me amas?

-¿Acaso tú lo haces?

-Sí.

Era muy pequeña, yo no lo recuerdo, pero dicen los que estaban que cuando nací el médico dijo que era mujer, yo siempre he pensado que quiso decir que algún día sería mujer.

Siempre me dijeron que ser mujer era un castigo de Dios, que yo no debía sentirme orgullosa, sino al contrario, culpable porque todos los males de la humanidad eran culpa de “nosotras”. Me enseñaron a tenerle miedo y descontento, a creer que era un martirio, a cerrar las piernas cuando me sentara y no abrirlas hasta que me casara. Me enseñaron a decir siempre sí, a menos que ese sí tuviera que ver con mi sexo, en cuyo caso sería un no; me enseñaron a tenerle pena, a no conocer lo que llevaba ahí abajo, a arrastrarme por el suelo en busca de migajas, a suplicar la presencia aunque no fuera acompañada del amor. Durante años me educaron para ser de todo, menos una mujer.

Nací mujer treinta años después de que salí de mi madre. Sé que tardé mucho, pero así fue. Siempre me dijeron que era fea y tonta, que debía aprovechar la oportunidad de un marido porque no se me presentaría dos veces y que una vez casada tenía un compromiso con mis padres, que para eso me habían educado. Fue entonces que cuando me desperté luego del funeral me sentí abandonada en el desierto, como si me hubieran soltado una gran cuerda que me unía a “mi gran salvador”, como si en ese momento no quedara más que esperar a morir.

No nací mujer sino hasta que me encontré contigo dos años después de estrenar la viudez, cuando decidí que era hora de volver a empezar, cuando diste un salto a mi cama y te acepté gustosa de conocerme.

-¡No digas bobadas!, tú no me amas, sólo nos somos convenientes.

-Para ti son bobadas, pero yo te hablo en serio, te amo.

-No, eso no es cierto…

-Llevamos cuatro años juntos mujer, ¿esperabas que no me enamorara de ti?

-No vengas ahora con eso, tú y yo teníamos un acuerdo, la pasábamos bien, eso era todo. El amor nunca estuvo en el trato.

Cuando nací mujer descubrí que mi cuerpo era de seda y poseía un segundo corazón entre las piernas, un corazón que latía desesperado, que respiraba, que sudaba, que enloquecía hasta lanzar un grito que sólo yo escuchaba. Cuando nací mujer supe que mi pelo era caricia, que mi ombligo era una vez copa, que mis uñas eran agujas y mi vientre podía convertirse en circo.

Y descubrí que en realidad busco un dueño que me haga creer que le pertenezco aunque jamás deje de ser mía, uno que me apriete y me rechace cuando me convierta en su sombra, que no me permita ser más suya de lo que puede serle mi sexo.

-¿Trato?, no sabía que lo nuestro se trataba de un negocio, pero en ese caso, creo que te debo mucho más de lo que puedo pagar. Yo quiero tenerte para mí, despertar descansado en la mañana luego de no haber tenido que abrir los ojos para descubrir que ya no estás.

-Pero es que tú no entiendes, las cosas estaban claras, por lo menos para mí, aquí no había amor, sólo deseo, sólo había carne, sólo eso combinado con un poco de compañía.

-La que no entiende eres tú, es imposible que luego de este tiempo esperaras que yo no sintiera nada, ¿acaso crees que estoy vacío, que sólo soy un pedazo de piel erecta que se llena y se vacía con cada orgasmo?

Ese día supe que a base de respirar entrecortado, de marcar los territorios de tu espalda, de alborotar los dos rosales que tengo en el pecho podía por fin romper la barrera de ser niña. Sólo explorándome despacio nacería de nuevo, esta vez como algo mío, reluciente, húmedo, cambiante.

Cuando nací mujer supe que lo sería siempre, cada vez más aficionada a sentirme mía cuando otro se introdujera en mi inocencia desflorada, pues aunque me declaro adicta quiero que sepas que no necesitaba sentir la espada que llevas, sino el capullo que alojo.

No era adicta a ti, sino a mi cuerpo, a sentirme cuando estabas dentro. Sí, te necesitaba para descubrir el templo, para explorarlo y satisfacerlo, para invadirme y permitir que alcanzara la profundidad de mi existencia.

Te necesité, incluso creí que podíamos amarnos, pero luego pensé que tú también querías sentirte, apretarte contra mi sexo, tenerte dentro mío para aproximar la punta a tu vientre. Supe entonces que no éramos más que un par de amigos que jugaban a conquistarse, que se ayudaban a sentirse eternos, que compartían un cuerpo para describir el suyo con gemidos.

-¿Quién crees que soy, qué crees que soy?, ¿acaso no te he dicho mil veces que te quiero?

-Pero es muy diferente, yo también te quiero, como quiero a mi gato o como quiero a mis libros, como alguien que me hace descubrirme, que me ayuda…

-Entonces eso represento, bien… pues te hubieras acostado con tu gato, así no hubieras tenido que pasar por este momento tan desagradable.

-Deja de decir idioteces, durante años la pasamos bien, no sé por qué ahora tienes que venir a complicarlo todo confundiendo el amor con el deseo. Ya verás que dentro de un tiempo vas a preguntarte cómo es que pudiste creer que me amabas.

Supe entonces que dejaría de preocuparme por el amor y el pecado y seguiría besándote, que arrancaría tus labios para probar mis dientes e inundaría tus gritos con mi océano sólo para probar sus caudales, que usaría mis piernas para aprisionarte y arquearía mis pies para saber sus motivos, para conocer cada doblez, cada flexión hasta memorizar cada uno de ellos; que abriría mis ojos para verte, pues sólo viéndote sabría hasta dónde llegaban mis poderes.

No puedo decir que no deseaba sentir tu piel, que no anhelaba los encuentros, que me era indiferente tu cuerpo firme, tu fuerza al penetrarme, tu sonrisa venida desde lejos cuando dejabas correr el río de sal y semen luego del último suspiro. No, no me eras indiferente, pero me resultabas cada vez más ajeno, cada vez más dentro de esa delgada línea que puede para separarnos en el límite de nuestros deseos.

-Es una lástima que veas las cosas de esa manera, yo no creo, sé, siento que te amo, pero gracias por todo, quizá algún día seas tú la que se dé cuenta…

-¿Darme cuenta?, ¿de qué?, ¿de que te amo?

-Dime, ¿lo haces? No te quedes callada, maldita sea, lo menos que merezco es que digas algo…

Aprendí a mostrar los senos, a acariciar mi vientre cada vez que quería hacerte venir, aprendí a conocer a esta María que gime, que a veces llora cuando corre frenética hacia la cima, a esta que me fue negada durante años por considerarse sucia, impura. Sólo a través de tu cuerpo pude encontrarme abierta para recibir esa daga ardiente que llevas entre las piernas, sólo a través de sentir tu lengua enredada en mi garganta, tus dedos recorriendo mis botones secretos podía encontrar este silencio que a veces estalla en mi cuerpo haciéndome saber que dentro llevo un infierno.

Soy yo a quien pertenece el cuerpo que descubres en la cama luego de la tormenta de sábanas y besos, soy yo la que nace y vive cada vez que pertenezco al demonio del desierto; soy yo la que descubre en cada acometida un grito nuevo, la que disfruta cada pliegue de su cuerpo, la que afloja el cuerpo arrepentida por no pedir más, por haberme distraído.

-No me preguntes ahora si te amo, porque no, no te amo, sólo yo puedo amarme, en esta infinita perfección que son mis cavidades, hechas a la medida de tus deseos. No te amo, pero quédate. Si alguien se irá esa debo ser yo, pues sólo así podré saber qué se siente dejarte abandonado, deseando beberme hasta dejarme vacía, anhelando llenarme cada espacio con tu cuerpo.

-Entonces eso era lo único, probarte que eras capaz de esto… de jugar sin quemarte, de presentarte dos veces por semana en una cama para irte sin sentir culpa alguna. Lo lograste, me atrapaste, ¿quedaste satisfecha?

Diste la vuelta sin dejar que te explicara, sin permitirme que dijera lo que se me quedó en la garganta, lo que hubieras entendido, lo que te habría hecho esperar. Necesitaba decirte… que debía ser yo la que se fuera, pues sólo así podría ser yo la que regresara...

agosto 19, 2009

Problemas auditivos

Hace muchos, pero muchos años, en un reino muy muy lejano, mi sis tenía una amiga, experta en animalitos del Señor.
Resulta que la amiga en cuestión había pasado sus más dulces años envuelta en relaciones de esas que deberían ser reportes de National Geographic...
En alguna ocasión, la reportera antropológica tuvo un novio que tenía severos problemas de audición (y de orfandad), pues en más de una ocasión dejó de escuchar las necesidades de la reina, y acomodó las palabras a su antojo.
Ella, como es normal, acudía a sus amigas en busca de consuelo cada vez que el imbécil aquel le rompía el corazoncito con una de sus joyas...
"Es que no se preocupa por lo que quiero yo", les decía una y otra vez tras el relato del día; antes de que ellas le soltaran la letanía de "déjalo porque es un pendejoquenotemerece", que -obvio- ella nunca escuchaba.
Muchas, muchísimas veces, me ataqué de la risa con las historias -que llegaban a mí, ya fuera por la interfecta o vía mi sis-, que no sólo me hacían pensar que el tipillo era un animalito del Señor que no tenía remedio, sino que ella tenía muy, muy mala suerte...
Pero hubo una, una en especial, que me hizo convencerme de que el tipo era el animal más grande que había pisado la faz de la Tierra, y me llevó, no sólo unirme a la petición popular de que abortara la misión de tratar de civilizar a un Neanderthal, sino a jurar que un día reivindicaría a la pobre mujer.
La reportera antropológica era experta, así de ex-per-ta, en juguetear en el coche, por lo que -como casi todas las anteriores- la historia tuvo lugar ahí, en su coche...
Luego de varios días de no verse, la reina tuvo a bien salir con el Neanderthal para, luego de ir al cinito, ir a otro lugar más... ejem, ejem... íntimo...
En el trayecto, luego de ver una peli romanticona, preguntó con voz de gatito feliz: "Amor, ¿me quieres?".
Como se imaginarán, ella esperaba una respuesta del tipo de "claro, cielo, claro que te quiero", a lo que lanzaría otra pregunta: "¿cuánto?", y él podría responder algo como "mucho, cielo, muchíiiiiiisimo... de aquí a la Luna es poquito...".
Peeeeeeeeeeero... les dije que el tipito era huérfano y medio sordo, por lo que la respuesta estuvo bastante lejana de eso.
-Amor, ¿me quieres?
-Mmmmm... ¡que te lo metas en la boca!
(sonido de rewind rayado)
¡¿QUÉEEEEEEEEEEEEEE?!
Resulta que el rey adorado no escuchó la pregunta "¿me quieres?", sino "¿qué quieres?"... y, como iban a "ponerse más cómodos", le pareció una buena idea empezar en el camino...
Sobra decir que la pobre se quedó con la misma cara que están poniendo ustedes y que se soltó a llorar cuando lo contó.
"No se vale, no se vale", decía una y otra vez, "está bien que sea una caliente, pero se hubiera esperado...".
Obvio, luego de eso decidió no volver a verlo, pero la anécdota quedó entre nosotras como una de esas historias con moraleja que jamás podremos olvidar...
So, como yo soy una buena chica, la comparto con ustedes para que nunca, nunca, NUN-CA, traten de civilizar a un Neanderthal...

agosto 15, 2009

E-le-men-tal...

La calamidad prohibida hizo su reaparición...
Bastó un mensaje de seis palabritas para hacerlo volver, de la santidad de su hogar, a mis dominios.
Menos de tres minutos después de haber enviado el mensajito famoso, mi celular comenzó a vibrar.
Era él, con sus frases subidas de tono y sus propuestas abiertas, con su sabor a té de menta y sus caricias estremecedoras, con su deseo desbordante y su mujer sobre los hombros... él.
Mentiría en decir que me tomó por sorpresa. No. Su llamada fue una de las ochenta cosas que sé que hará por irse conmigo a la cama y volver a soltarme el cuento del amor eterno, los hijos y la casa.
Pobrecita calamidad prohibida... es tan elemental...
Cuando lo conocí, pensé que sería diferente: un hombre casado, quince años mayor que yo y con un largo historial de conquistas podía ser cualquier cosa, menos elemental.
Obvio, me equivoqué.
Comenzamos a coquetearnos un día en una biblioteca, ante la mirada de mis amigas M e I, que se cansaron de decirme que enredarme con él era un error, una falta a la moral y las buenas costumbres, y un peligro en el que no me iban a dejar meterme.
"Pero es casado", me dijo M cuando le dije con toda la honestidad de que soy posible, que me gustaba.
"¿Y...?", le contesté con una liviandad de la que aún ahora me sorprendo.
-¿Cómo que "¿y...?"? ¡Es casado!
Por días, semanas quizá, trataron de convencerme de que era una mala idea... pero yo ya lo traía metido en la cabeza y no pensaba soltarlo.
"Mira", les dije un día, un poco cansada de su insistencia de dejarlo por la paz, y cuando ya llevaba un buen camino de investigación sobre él y su vida. "No lo quiero para casarme con él; me gusta, es todo".
-Pero tiene esposa.
-Sí, Hillary ahí está... pero no le pienso decir que la deje...
-Pero, ¿no te da cargo de conciencia, pensar que le estás quitando algo?
-Mmmm... NO. El punto es que, si lo vemos objetivamente, yo no le estoy quitando nada... que ella no haya perdido antes.
Hasta unos meses antes de que él apareciera en el panorama, la simple idea de enredarme con un casado em parecía imposible, casi antinatural... "Con un casado, jamás", dije una y otra vez.
Luego algo pasó, y entendí que somos adultos y sabemos lo que hacemos, y que, mientras guardáramos las proporciones, no había nada de malo en que tuviéramos una aventurilla.
-Donde vea que te clavas.... me dijo una coworker cuando se enteró del numerito.
-¿Cómo se te ocurre?, es imposible que me clave con un tipo como él...
-Te gusta mucho, eso es suficiente para que te claves...
-No... no lo es...
-Te doy seis meses, escúchame bien: SEIS MESES. Luego voy a empezar a joderte con que lo dejes...
"Dame nomás tres...", le dije en medio de sonrisas cuando salía de su oficina. "Nomás tres...".
Tener una affair de esa clase implicaba, sí, mucho riesgo para mi necio corazón, que de pronto se cree campeón de plataforma 10m... Sin embargo, había una parte de la historia, una que me sonaba a novela moderna, que me tentaba más de lo que podía resistir: hombre casado+mujer independiente+esposa ejemplar+deseo ardiente+relación prohibida+ex cercano+inspiración renovada... era algo que no podía dejar pasar.
-Te va a partir la madre; me dijo M cuando le dije que mi decisión era definitiva: me enredaría con él.
-Sí, te la va a partir completita; coincidió I. Y entonces vas a venir llorando y te vamos a tener que decir que te lo dijimos.
Nunca pasó...
Resulta que luego de un par de ocasiones, a la calamidad prohibida le dio por decirme "te amo", hablar de amor eterno, casas, niños, mañanas juntos y hasta funerales... y yo perdí el deseo por completo.
"O sea, ¿en serio cree que cuando tenga cuarenta voy a seguirme acostando con el mismo casado de mis veinticinco?", le pregunté a mi sis tras mostrarle un mensaje.
-Sí, eso cree... me contestó entre risas.
-Pendejo... elemental... cabrón... me quitó las ganas...
-Suele pasar, es como encontrarte a tu mamá en plena peda: te la baja.
-Aguafiestas... tan bien que íbamos...
Luego de esa vez, no quise saber más de él... y él tampoco intentó acercarse.
Hoy, bastantes meses después, a mis hormonas queridas se les antojó ronronear... y mandé mensaje de saludos...
Pobrecita calamidad prohibida, tan elemental...
-Te he extrañado, preciosa...
-¿Sí?, dije con una voz de gato que ni yo me termino de creer, pero que sé que lo pone súper hot...
-Sí... mucho. Quiero verte...
-Mmmmm.... me habías olvidado...
-Jamás, preciosa... jamás podría olvidarte...
¿Ven a qué me refiero? Es una ternurita, ¿no?
Tan delicado, tan decente, tan caliente, tan elemental...
Pero no le hace, a veces uno necesita regresar a lo básico... al poder...

agosto 13, 2009

La otra...

"Tú eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante", me dijo una vez una calamidad pasada.
Cuando lo escuché, la verdad es que quise mentársela, decirle que era un imbécil y que jamás en la vida volvería a regalarle un beso...
En lugar de eso, lloré como Magdalena hasta que se me acabaron los motivos y empecé a creer que tenía razón... después de todo, la experiencia me dicta que los hombres van y vienen de mi vida como boomerangs.
La calamidad en cuestión había hecho justo eso durante varios años de mi vida, hasta que un día decidió hacerle caso a la sabiduría milenaria que salió de mis labios entre beso y beso, luego de que me contara de su entonces novia, que tenía un amigo con el que pasaba más tiempo que con él.
"No hagas lo que no quieres que te hagan", le dije, "¿con qué cara te pones así, cuando tú estás besuqueándome y le dices que tomamos cafecito?".
Dos años después de eso, cuando me dejó en casa, simplemente me besó la frente...
No me importó.
Cuando lo conocí, estaba yo en mi mejor época.
Fuimos novios por un tiempo y luego seguimos siendo cualquier otra cosa, al tiempo que seguíamos con nuestras vidas. Nuestra relación era tan satisfactoria de la forma en que la habíamos dejado crecer, que llegó a convertirse en la más estable que tuve por años.
"A ti siempre te he sido fiel", le dije una noche en su auto luego de que me susurrara que era yo la cínica más adorable que había conocido.
-¿Fiel?, no juegues, corazón, si has tenido novio y nos hemos visto.
-Sí, fiel, porque cuando estoy contigo, ningún otro hombre ronda mi cabeza.
Era cierto... la calamidad anatómica tenía la habilidad mágica de sacarme hasta la más enterrada de las calamidades pasadas o presentes. Cuando estaba con él, nada en el mundo me importaba.
No, no es que estuviera enamorada, era que no teníamos nada qué escondernos.
Por eso, quizá, me dijo lo de la amante, porque no se tenía que andar por las ramas.
Esa tarde de la sentencia, la calamidad anatómica y yo tomábamos café en Starbucks, y le contaba de mi último heartbreak.
"Es que no sé qué hice mal", recuerdo que le dije. "Por primera vez en la vida me le entregué a alguien hasta el tuétano, y mira qué pasó...".
-El asunto no es lo que haces, sino lo que eres.
-¿Lo que soy?, le pregunté mientras me limpiaba un lagrimón que se me escurría por la mejilla derecha. ¿Lo que soy?
-Sí, lo que eres. Andas de aquí para allá sin necesidad de alguien, eres independiente, eres fuerte, eres más inteligente que muchos de los que nos cruzamos por tu camino... ¿qué necesitas de uno?, na-da.
-Pero sí necesito...
-Pues no parece, muñequita, no parece... Cuando uno se encuentra con mujeres como tú, se siente inútil, estorboso, ordinario, como dirías tú...
"Mujeres como yo", repetí en mi mente, cada vez más confundida. "Mujeres como yo"...
-Tú eres de la clase de mujeres que te llenan, que te descubren, que te dejan ser tal cual eres... pero que rapidito están pidiendo que uno se vaya. No necesitas que te salven, que te protejan; eres de las que saben tres artes marciales y tienen influencias en la PGR, y uno a veces necesita sentirse el héroe de la película...
-Pero sí necesito que me salven... no tengo salvoconductos para evitar mi propia guerra...
-No, reina, no tienes salvoconductos, pero te gusta pelear tus batallas... Eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante, porque nomás podemos por ratitos...
Para cuando terminé de escucharlo, el diluvio se me había soltado en los ojos y no había santo que lo detuviera...
"Tranquila, tranquila", me susurró mil veces mientras me abrazaba y me acariciaba el cabello, en un gesto protector que jamás había tenido ni ha vuelto a tener, y que duró hasta que pude contener la lluvia y salimos del café.
Durante todo el camino a casa nos mantuvimos en silencio: él sabía que por primera vez me estaba rescatando, y yo sabía que jamás en la vida iba a poder decirle de nuevo que todo estaba en orden...
Cuando llegamos, me besó las manos y la cara, me limpió las lágrimas que volvían a escurrir, y me soltó un: "prométeme que siempre serás mi amante" que me hizo bajarme del coche y correr a mi puerta.
Meses después, cuando sus palabras dejaron de herirme, volvimos a vernos. Ninguno de los dos tocó el tema.
Hablamos como siempre, nos aconsejamos como siempre, pero nada era ya lo mismo... quizá porque yo ya había entendido...
Soy de esa "clase de mujeres"...



PS: Amo ser la mala mujer...

agosto 12, 2009

Lógica empresarial

Hay gente que dice que no está bien combinar los negocios con el placer.
Yo soy de otra idea...
Para mí, los negocios y el placer son la misma cosa (no, gente bonita, no soy teibolera, no se hagan ilusiones...).
Resulta que, en ambos casos, el éxito depende de tener un buen socio.
El buen socio es aquel ciudadano que ofrece el mejor funcionamiento del changarro, aquel que es capaz de ayudarte a alcanzar el equilibrio y brindarle a la empresa aquellas cosas que tú no puedes, porque no son tu fuerte; el que llena los vacíos...
No se trata de que esté guapo o feo, sea rico o pobre (aunque si tiene su dinerito, mejor...), sea alto o bajo, delgado o gordito, detallista o no detallista; se trata de que lo veas y digas "este ciudadano y yo podemos comernos el mundo entero remojadito en leche".
Hasta ahí, la lógica empresarial va perfecta, ¿no?
Pues ahora viene la parte del placer.
Imagina que tienes el super business de la vida, el soñadísimo por todos. ¿Qué es lo que buscas ahora?
Sí, recuperar la inversión y tener buenas ganancias.
Pues resulta que un buen socio en las relaciones garantiza (como McDonalds), no sólo recuperar la inversión en un tris, sino también tener un superávit en tiempo récord, lo cual es igual a.... placer garantizado.
En este caso, como tu buen socio te conoce bien, sabrá de tus necesidades y deseos, de tus miedos y ansiedades, de tus alucines baratos y de los más exclusivos; entonces no te tendrás que andar con eufemismos que para nada, más que para complicarse, sirven.
Obvio, el asunto aquí es encontrar al socio perfecto que, además, quiera poner el mismo negocito que tú; pero eso, a menos que quieras la versión reloaded del cuento de hadas, podría no ser tan complicado.
Se trata de que comprendas que en esto todo debe ser fifty-fifty, que se trata del negocio más importante de tu existencia y que, por lo tanto, vale la pena invertirle. No, tampoco estoy diciendo que uno deba ser el accionista capitalista, no, pero tampoco que él lo sea.
Se trata de hacer negocios con placer, de abrir una empresa y tener un solo proveedor, de ser comprador del producto, de hacerle buen marketing, de ponerle empeño para que salga...
Se trata, gente bonita, de que le entremos al mundo globalizado... So, hagamos negocios.

agosto 08, 2009

Mensajitos tibios

Desde que nos conocimos, la calamidad espejo y yo fuimos buenos amigos.
Hoy por la mañana recordé un montón de momentos que compartimos, y lamenté haberlos perdido.
Recordé, por ejemplo, una tarde que nos pronosticamos el futuro en Ciudad Universitaria... otra en la que me arrasatró hacia adentro de una sex shop y me hizo recorrerla como si fuéramos amantes experimentadísimos en esa clase de instrumentos; otra en la que, frente a su entonces novia, hizo un comentario que casi me hace escupir el café sobre la mesa... recordé...
Y, como es normal, me dio por extrañar...
De todo lo que pudo haberme robado un par de lagrimones, hubo algo que me provocó un particular sentimiento de nostalgia...
La calamidad espejo y yo tuvimos una comunicación maravillosa desde la primera vez que cruzamos palabra; podíamos pasar horas platicando de cualquier cosa, desde libros y maestros, hasta fantasías sexuales y tabúes...
Hablar con él me descubría. Nunca me he sentido tan cómoda hablando de mí y mis deseos, como cuando hablé con él... por eso esta mañana extrañé con tanta fuerza...
Hace tiempo, entre una teleconferencia sobre guilty pleasures y la primera vez que sentí sus labios en el elevador de un auditorio, comenzamos a mandarnos mensajes.
Al principio eran coquetones, del tipo de "eres la mujer más sensual que conozco" vs "para qué me lo dices, si nomás me emocionas?". Luego empezamos a quitarnos la vergüenza y fueron subiendo de tono hasta que se convirtieron en un brasero...
Y es que la calamidad espejo y yo nos trajimos ganas desde el principio, para qué mentir. La amistad, que existía de la manera más honesta, era como la otra cada de la moneda... pero lo que se nos ocurría de vez en vez era algo innegable.
Por años, los mensajes fueron y vinieron de manera intermitente. De pronto era él, de pronto era yo quien iniciaba la cadena, pero fuera como fuera, era inevitable que alguno de los dos terminaría sudando...
La calamidad y yo nos queríamos, sí, pero también nos deseábamos...
La última vez que nos escribimos, soñé con él...
"Quisiera verte", tecleé, "se me han ocurrido un par de ideas".
Unos minutos más tarde llegó su respuesta. "A mí también, ni te imaginas..."
Los mensajes, cada vez más descriptivos y tentadores, me hicieron, dos horas después, ofrecerle a la vida mi dedo meñique por tenerlo frente a mí...
Esa noche, nos retiramos a media madrugada con la respiración entrecortada...
No volvimos a escribirnos, no así...
Hoy, el recuerdo de esos mensajes me hizo sentir nostalgia... y tecleé...
"Extraño ser tu amiga... extraño tener línea directa..."
No lo envié... aunque daría mi dedo anular por recuperar eso que tuvimos una vez...

agosto 02, 2009

Almas gemelas

Soy de las que creen en las almas gemelas.
Sí, ya sé que suena cursi y todo el rollo, pero realmente creo que existen... No, de hecho estoy segura de que existen.
¿Que cómo lo sé?, es muy sencillo: yo tengo la mía.
La conocí hace diez años y desde entonces no ha habido un solo instante en el que no haya sentido que estamos unidas por un lazo indisoluble.
Mi alma gemela y yo hemos pasado por todo lo imaginable, desde alegrías y éxito, hasta fracasos y depresiones... Ella es, sin temor a equivocarme, la persona que posee el diccionario más completo sobre mi idioma, quien me conoce de memoria...
De mis aventuras de juventud, de mi crecimiento, de mis caídas, de mis sueños... ella ha sido cómplice. Durante todo este tiempo nos hemos acompañado, iniciando y terminando eras, sobreviviendo en la tormenta, buscándonos y descubriéndonos, queriéndonos, soportándonos y creyendo en la otra aun cuando hemos querido estar solas...
"Yo te he querido, incuso cuando tú has deseado que no te quiera", dijo alguna de nosotras hace tiempo... y sí, ha sido así, las dos lo hemos hecho...
De todo lo que hemos pasado, incluso de lo peor, hemos salido avante gracias al inmenso amor que tenemos una por otra...
Hace años, cuando pasé por uno de mis más devastadores heartbreaks y me acompañó en la distancia, le dije que estaba segura de una sola cosa: "Yo puedo vivir sin un él, pero no sin ti"...
Hasta hoy, sigo estando segura de ello... porque si no la hubiera conocido, jamás hubiera sabido lo que es conectarse desde el alma...
Ella es mi hermana, mi mejor amiga en el mundo, mi equilibrio... lo ha sido siempre y lo será toda mi vida, sin importar qué suceda o dónde estemos. Por ella creo en las almas gemelas, porque ella es la mía...

julio 30, 2009

Clavadista

"Lo bueno es que tú no eres clavada", me dijo mi estilista luego de que le conté que estoy solterita...
"¿Que noooo?", le dije, "soy clavadísima...".
-Ay, no, yo creo que eres de las que les lloran un ratito y luego, a otra cosa, mariposa.
-No, corazón, no... soy de las que guardan lutos por años y les lloran hasta que las lágrimas se acaban... soy clavadísima...
-Ay, pues no parece... por lo menos yo no te he visto así, y eso que ya te conozco hace mucho...
-Es que cuando me has visto traigo el bitchy mode encendido...
-Pues será eso...
R es como el millonésimo que me dice que tengo cara de que jamás me importa un heartbreak.
De hecho, la mayoría de la gente que me conoce me ha dicho que cree que yo soy como una frozen queen, pero no hay algo más alejado de la realidad...
Resulta, gente, que así como soy de bitch para algunas cosas, en lo del amor soy como que muy bruta. Yo, normalmente, lloro y lloro y lloro (eso sí, en solitario, porque ya suficiente humillación es llorarle a un hombre, como para que encima de todo uno lo haga en público, ¿no?), mientras me pregunto qué hice mal.
Y es que, el punto es que los hombres con los que me relaciono tienen una habilidad mágica para quedarse en silencio cuando dicen adiós. Y yo, que no soporto las no-razones, tengo otra habilidad mágica para encontrármelos por docena.
Los hombres de mi vida son como acertijos, como kinder sorpresa, como niños de preescolar guardando secretos, son... son... son... mi debilidad.
Además, soy como kamikaze, rapidito me voy en picada...
El camino para que me vaya directito a la suicidada es así de sencillito:
1. Conozco al fulanito que, generalmente, no me gusta.
2. Hace algo que me hace pensar que pertenece a la categoría de vida inteligente.
3. Le encuentro alguna cualidad singular, como que tenga buena ortografía o haya leído a Hemingway o tenga algún interés similar a los míos...
4. Caí...
"¿Pero por qué te pasa eso, si dices que no te gustan?", se preguntarán ustedes, como yo. La respuesta es simple: NO LO SÉ.
Resulta que la mayoría de los hombres de mi vida (con sus honrosas excepciones, claro está) son bastante feos, pero eso sí, bien pintorescos...
Saben escribir poemas, o de economía, o se visten bien, o huelen rico, o me toman la cara de una manera especial, o algo así de importante... lo que los hace irresistibles ante mis ojos y mi corazón de condominio, que los recibe aun con la advertencia de mi cabeza, de que me van a partir la madre.
Mi corazón, que es medio desmemoriado cuando anda en esas artes, le hace una seña de esas feas-feas a mi conciencia, y deja entrar a la calamidad en cuestión, a la que le lloraré y le lloraré hasta derribar mi casita, cuando decida que soy muy complicada o no tengo las nalgas perfectas o alguna de las otras pinchemil razones que he rumiado en mi cabeza después de una ruptura.
"¿Cómo crees que alguien te va a dejar porque tenías las uñas cortitas?", me preguntó un amigo hace tiempo, luego de que contestara su pregunta de por qué la calamidad en cuestión y yo ya no estábamos juntos.
-Pues sí, eso me inventé, porque el cabrón no dijo nada... ya sabes, los escojo silenciosos...
-Mmmmmm... otro más....
Como podrán imaginar, mi habilidad como clavadista y su silencio no hacen la mejor de las parejas, por lo que siempre termino llorando por los rincones sin entender qué me pasa. Entonces, gente bonita, he decidido que desde hoy me los consigo bien platicadores, para que por lo menos digan adiós cuando se dan la vuelta...

julio 29, 2009

Cambio de actitud

Mi sis lleva diez años diciéndome que soy una santurrona, los mismos que yo llevo diciéndole que es medio exagerada.
Sin embargo, hoy no puedo negarlo, las evidencias me delatan.
Señoras y señores: Soy una santurrona.
Hablando con una amiga, surgió el tema del "one night stand", mismo que de inmediato me hizo sentir como la mujer más atrasada de la modernidad, ya que fui criada en Tabulandia, donde esas cosas simplemente no pasan.
"¿No mames que eres de las que besan y ya quieren noviazgo?", me preguntó cuando le dije que la frasesita esa no la traía programada.
"No, bueno, no tanto así", pensé de inmediato, pero luego no tuve más remedio y terminé diciéndole que la meritita verdad.... algo así.
Ella, que se caracteriza por ser honestísima, me dijo que aunque sonara muy romántico y toda la onda, uno no puede vivir en Wonderland y tener SPR toda la vida, pues por cosas como esa, mi corazoncito quiere cambiarse de casa...
Yo, que en ese momento comencé a hacer un conteo de las veces que mi sis me dijo que estaba tarada y que debía modernizarme, no pude hacer más que llegar a la conclusión de que es una vergüenza que a mis dulces 25 salga con ese tipo de pendejaditas que, además, ni me quedan...
O sea, soy la que ama Halloween y tiene complejo de amazona; la que encuentra equilibrio en el vértigo, la que quiso a un hombre compartido, así, compartido; la que besa a quien esperan, la que puede decir "la última y nos vamos", la que se sabe de memoria la forma de abrir puertas, ventanas y cortinas; ¿no? ¿Entonces de dónde madres sacó mis telarañitas del siglo XIV?
No lo sé... pero el punto es que esta noche he decidido que no las tendré más.
Y aunque aún no sé bien cómo es que le haré, me arriesgaré para dejar de tenerle miedo a la culpa... ¿me ayudan?

julio 26, 2009

La noche de anoche...

La última vez que besé a un chico al que recién conocía, tenía trece años y el corazón limpio...
Entonces no sabía de un montón de cosas que hoy sí, y recordaba otras que ahora no... era, sin duda, otra persona.
Por esas fechas, no sabía yo de deseos, ni de complicaciones, ni de complejos o tabúes... era yo, en ese entonces, aún una virgen de la vida...
Luego, con el paso del tiempo, fui teniéndole miedo a dejarme llevar... comencé a pensar en qué pensarían los otros, y la vida se me complicó...
Ayer, sin embargo, me arrebaté y terminé compartiendo besos y suspiros con una nueva calamidad...
No sé en qué suertes, la mente se me nubló y dejé de pensar en el qué dirá... y acepté sus besos y caricias, sus palabras... y me olvidé de todo, y me sentí de nuevo "linda" cuando me lo dijo...
...y el tiempo se hizo corto, y las palabras que siempre me acompañan, nulas...
Hoy, no sé para dónde vaya, pero sé que hice bien cuando me dejé alcanzar por la locura...

-Ya vete...
-Sí, ya me voy... si no, puedo seguirte besando por mucho tiempo...

Hubiera querido decirle entonces: "quédate"...



Nota de la R. Desde hoy, la calamidad ex-presente será conocida como la calamidad espejo...

julio 23, 2009

(IM)Predecible

Llevo 25 años escuchando que las mujeres somos difíciles, incomprensibles e histriónicas...
Y sí, los rumores son ciertos, aunque a la lista famosa yo agregaría que las mujeres somos: pre-de-ci-bles.
Sí, así como lo leen: predecibles.
"¿Por qué?", se preguntarán algunos; "¿de qué habla esta loca", dirán otros... pues aquí va la teoría.
Las mujeres funcionamos como la tercera ley de Newton: "a toda acción corresponde una reacción, en la misma magnitud, pero en sentido contrario".
Todo en nosotras tiene una razón de ser: nuestras hormonas, nuestras neuronas, nuestras células completas... Así, los hombres pueden esperar que cuando decimos "mira que zapatos tan hermosos", signifique que los queremos; que cada 28 días estemos insportables y lloremos por todo, que iniciemos una relación y esperemos monogamia, que la respuesta a la pregunta "¿cómo me veo?" nunca sea correcta y otro montón de cosas predecibles que solemos hacer, decir o pensar.
En cambio, los hombres son personas curiosas... curiosas e impredecibles.
"No somos impredecibles!!!!", me escribió alguien en un mensaje hace unos minutos, teniendo la voz de todo un género en sus dedos.
Sin embargo, yo tengo una teoría que dice lo contrario.
Resulta que los hombres no cambian de humor constantemente ni suelen lanzar indirectas cuando quieren algo, no.
En cambio, una noche pueden jurarte amor eterno y al día siguiente, simplemente haber dejado de amarte; pueden estar de muy buen humor por la mañana, pero si hubo algo en su día que lo hiciera enojar (aunque no lo digan), cambiará de humor hasta que alguna otra cosa que nosotras desconocemos, suceda...
Culturalmente, los hombres no están acostumbrados a decir qué pasa por su cabeza (mucho menos por su corazón), so, uno nunca sabe qué puede pasar. No dicen "te quiero" con regularidad, ni se la pasan señalando objetos adorables cada vez que salen de compras (es más, casi nunca salen de compras), por lo tanto, es difícil saber qué es lo que quieren, y cuándo lo quieren...
¿Alguien ha intentado comprar el regalo perfecto para un hombre? ¡¡Nunca es lo que quieren!!, aunque se la hayan pasado tres meses hablando de ello con sus amigos...
Lo mismo sucede cuando se trata de chicas: pueden estar muy interesados en alguien, al grado de sacrificar muchas cosas por estar con ella... pero un día, simplemente esa chica que les robaba el sueño dejó de ser la indicada y, simplemente, se van.
La impredecibilidad de un hombre es tal, que he decidido dejar de esperanzarme en, algún día, alcanzarles el ritmo... aunque... como soy mujer, lo más seguro es que mañana me olvide de mi propósito y vuelva a buscar la forma correcta de darle gusto a alguien...
Ni modo, soy predecible...

julio 21, 2009

Dentista vs Ginecólogo

Siempre he querido tener una sonrisa perfecta...
Algún día pensé que la tendría si me lavaba los dientes tres veces al día y usaba hilo dental, pero no, no fue suficiente...
Resulta que necesito braquets, y aunque lo he tratado de evitar por más de diez años, es hora de que enfrente el destino.
Resulta que hoy fui con el dentista para ver qué rayos necesitaba hacerme para ponerme los instrumentos de tortura y pena capital que llevaré por cerca de dos años... resultado: pasé la hora más larga de mi vida, sufriendo porque tengo la boca chiquita...
Luego de miles de fotografías de frente y de perfil, por dentro, arriba, abajo y de rayos X, llegué a la conclusión de que ir al dentista es una experiencia más traumática que la visita al ginecólogo.
No, no estoy siendo exagerada, de verdad...
¿Que quieren pruebas?, adelante...
Llegué al consultorio con toda la buena voluntad del planeta para que me tomaran todas las impresiones del mundo. Ahí estaban dos hombres con aparatos terroríficos diseñados para meterse en mi boquita...
"Una vez tuve un novio que estudiaba para ser dentista", les dije...
"¿Y qué pasó?", me preguntaron.
"Pues lo dejé... no me gustan los dentistas".
Como si fuera desquite, primero me hicieron morder una cosa espantosa que ponía derechos mis dientecitos chuecos, luego les sacaron fotos mientras intentaban hacerme la plática... además, usaron separadores para mi boquita, que les estorbaba para exponer mi sonrisa, y ¡¡¡me echaron aire!!!
¿Acaso saben lo espantoso que se siente tener la boca abierta, con las comisuras al borde del llanto y el aire helado recorriendo mis adoradísimos dientes?
Bueno, pues en algún momento entre las fotos de perfil y las de la dentadura superior, a los horrorosos hombres se les ocurrió que deberían tomar impresiones de mi mordida... obvio, como tengo la boca chiquita, las cosas esas que usan para poner la pastita mágica eran demasiado grandes, así que (chan, chan, chan, chaaaaaaaaaaan) me pusieron una de niños (esa fue la única parte padre, porque pedí que usaran una rosa, ;P).
Peeeeeeeeeeeeeeeeeero... cuando estaban por meter la cosa esa en mi boquita, a uno de los horrorosos hombres se le ocurrió la maravillosa frase "tienes que morder, no sabe feo, pero puedes sentir algo en la parte de atrás"....
¿Que quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?!!!! Que alguien me explique a quién, en sus cinco sentidos, se le ocurre utilizar esa frase cuando tiene a alguien que odia a los dentistas, a su merced!!!
Al terminar con todo el trauma, que me hizo repetir mil ochocientas cincuenta y cuatro veces en mi mente que lo hacía porque quería una sonrisa perfecta, el otro señor horroroso me dijo: "tómalo por el lado amable, cuando termines con todo esto quedarás aún más guapa de lo que estás"...
Cuando escuché esa frase, la idea que me rondaba desde la primera mordida: ir al dentista es más traumático que ir al ginecólogo...
¿Por qué? pues porque este último por lo menos te dice "tranquila, todo estará bien, relájate", no es hipócrita ni te dice frases hechas y no te echa aire helado para que se te reseque todo....

julio 20, 2009

Cafecitos... ejem, ejem...

No suelo ser muy social... de hecho soy de las que pueden cambiar una fiesta súper concurrida por una copa en solitario...
Sin embargo, hay gente con la que realmente disfruto salir, especialmente porque nunca salimos a lugar alguno, y nos recluimos en casa de alguien a beber alegremente...
El viernes pasado fue una de esas ocasiones en las que compartimos experiencias y copas...
A esta reunión llegó alguien a quien no conocía, D, la ex de una amiga, M, que resultó estar más loca que todos, y que me hizo pensar en mis adoradísimos lectores cuando dijo la frase célebre de la noche, que hoy traigo hasta aquí.
Eran cerca de las dos de la mañana y la conversación giraba en torno a la forma en la que las personas se hacen tontas cada vez que buscan una "forma decente" de decir que mueren por acostarse con alguien.
D nos escuchó en silencio mientras los demás contábamos historias diversas, que iban desde la vez que alguien pidió unos apuntes de matemáticas (pretextos mensos), hasta quien habló por teléfono sólo para recrear una plática con sus amigas; hasta que finalmente abrió su boquita...
-Pues... S me llamó hace como dos semanas para invitarme a tomar un café, le dije que sí y pasó por mí. Ya en el coche, me preguntó a dónde quería ir y le contesté: "Mira, me llamaste porque querías acostarte conmigo, yo acepté porque quería acostarme contigo, entonces no me preguntes a dónde vamos, que ya sabes".
Cuando terminó de contarlo y pude cerrar la boca de la impresión, lo primero que hice fue pensar en ustedes, queridísimos, para que nadie, por ningún motivo, me vaya a permitir jamás contestar de esa manera (bueno, sí, no se burlen, ya sé que primero debería tener quién me invitara un café...).
De verdad que me impactó, y aunque no pude evitar alabar su valor para contestar de esa manera, la verdad es que me dio una pena tremenda por cada vez que yo he aceptado una invitación a un café y ha terminado en besos... y por cada vez que la he aceptado esperando que suceda...
So, la próxima vez que me inviten un café, no podré evitar reírme un poco, del recuerdo...

julio 18, 2009

La política del sexo

Kate Millet

Nadie discute que el sexo
es una categoría en el mundo de la pareja:
de ahí la ternura y sus ramas salvajes.

Nadie discute que el sexo
es una categoría familiar:
de ahí los hijos,
las noches en común
y los días divididos
(él, buscando el pan en la calle,
en las oficinas o en las fábricas;
ella, en la retaguardia de los oficios domésticos,
en la estrategia y la táctica de la cocina
que permitan sobrevivir en la batalla común
siquiera hasta el fin de mes).

Nadie discute que el sexo
es una categoría económica:
basta mencionar la prostitución,
las modas,
las secciones de los diarios que sólo son para ella
o sólo son para él.

Donde empiezan los líos
es a partir de que una mujer dice
que el sexo es una categoría política.

Porque cuando una mujer dice
que el sexo es un categoría política
puede comenzar a dejar de ser mujer en sí
para convertirse en mujer para sí,

constituir a la mujer en mujer
a partir de su humanidad
y no de su sexo,
saber que el desodorante mágico con sabor a limón
es fabricado por la misma empresa que fabrica el napalm
saber que las labores propias del hogar
son las labores propias de la clase social a que pertenece ese hogar,
que la diferencia de sexos
brilla mucho mejor en la profunda noche amorosa
cuando se conocen todos esos secretos
que nos mantenían enmascarados y ajenos.

julio 16, 2009

Sueños de tres noches de verano

La calamidad ex-presente reapareció...
No, no crean que vino a visitarme, me llamó, me escribió un mensaje o me envió un twitt, no. La calamidad ex-presente se vino a aparecer en mis sueños.
Fueron tres noches, las que el susodicho se acurrucó en mi subconsciente y apareció cuando más dormida estaba.
En la primera, venía a buscarme y yo no lo reconocía. Hablábamos por el interfón de la casa, pero yo no me explicaba cómo era posible que yo no lo conociera, si conversábamos tan amenamente.
En la segunda, me llamaba por teléfono y, aunque reconocía de inmediato su voz, la pantalla de mi celular decía que era otra persona... otra vez era, pero no.
La vez más reciente fue anoche, cuando veía su cara desplegada en toda la pantalla de mi computadora y yo, que sentía que era una alucinación, la cerraba. Cuando la abría de nuevo, él seguía ahí, pero no podía hablarme, y aunque yo podía escribirle cosas, no había forma de retroalimentación.
Cada una de las veces, desperté en medio de la noche con una sensación de vacío y una duda insoportable quemándome la cabeza "¿qué quiere decir mi sueño?".
Según mi psico, los sueños son el reflejo de tu subconsciente, que viaja hasta un estado en el que no los puedes detener para hacerte ver cosas que no quieres ver. Dice también, que todos tienen un significado que está estrechamente relacionado con la propia realidad y que, por lo tanto, uno debe tratar de ir tejiendo los hilos que te permitan saber qué quiere decir, pues todos los elementos de tu viaje onírico te representan a ti mismo.
Así, siguiendo sus enseñanzas milenarias, cada noche me senté en la cama para tratar de dilucidar el contenido.
El resultado era algo así:
"Sueño con él porque es como mi alter ego masculino... Hablo con él, seguro quiere decir que hablo conmigo misma -o que debo hacerlo-; el interfón es, segurito, la barrera que pongo entre mi yo racional y mi yo emocional... mmmm... no lo conozco, eso quiere decir que no me conozco... ¡Ajá! Entonces el sueño quiere decir que debo prestarme atención para conocerme, rompiendo la barrera entre mis yoes".
Al día siguiente, algo así:
"Su llamada segurito significa que necesito un medio de comunicación efectivo y, como lo único con lo que siempre cargo es el celular, por eso... que el ID sea distinto significa que ¿tengo personalidad múltiple?, ay, no!... que... que... que soy como dos personas distintas. Entonces, el sueño quiere decir que debo encontrar la forma de acoplar a mis yoes".
Por último, fue algo así:
"Si se aparece así, es porque seguro no me estoy prestando atención en mis pensamientos... sí, debo tomar más en serio lo que pasa en mi cabeza".
El chiste es que, cada noche, me volvía a acostar con un 'significado' y el mismo vacío en el cuerpo... "¿estará bien?, ¿le habrá pasado algo?", pensaba mientras el sueño me regresaba y me podía convencer de que la puritita verdad estaba en mi análisis maestro.
Hoy, que regresé a terapia, muy orgullosa le conté a mi psico que había podido hacer una análisis de mis sueños y que se lo iba a contar. Él, muy valiente, se aventó mi rollo mientras anotaba en su libretita amarilla... "ajá... sí... ¿qué más?", me decía cuando yo le presumía mis conclusiones...
Cuando terminé de contarle, mi psico dejó su libretita amarilla y me dijo: "el punto es el siguiente: me da mucho gusto que te hayas esforzado en sacar tus conclusiones, pero en este caso, el sueño no era una representación tuya, sino la representación de un deseo que no puedes llevar a cabo".
-¿Como irme de vacaciones a Europa y nunca jamás de los jamases regresar?, le dije yo, medio jugando.
-No, no... se trata de que si en todos los casos te sorprende, no lo conoces o no sabes cómo pasan las cosas, quiere decir que...
-¿Que quisiera no conocerlo?, le dije medio espantada...
-Sí, que quisieras no haber conocido esa parte que te lastimó y, en cambio, quedarte sólo con la parte que te hacía feliz. Es como que quisieras regresar a donde las cosas estaban increíbles...
-No quisiera conocerlo.... no quisiera conocerlo... y entonces ¿no sería más fácil que mi mente lo bloqueara como los recuerdos traumáticos?
-Sí, sería más fácil, pero así no aprenderías y no sanarías eso que pasó...
"O sea que soy masoquista", pensé. "Podría borrarlo y sólo quedarme con lo padre, pero escojo siempre la parte complicada..." Carajo!

julio 14, 2009

Por culpa de Beverly Hills...


Para los que nacimos en la década de los 80, Beverly Hills 90210 fue una de las series más importantes de nuestra adolescencia.
En ella tenían vida los dramas más dramáticos de la vida: "me gusta tu novio, pero somos amigas", "¿cómo le diré a mi amiga que ando con su ex?", "él quiere que yo le mienta a mi amiga para salvar su relación, pero no soy tan bitchy", etcétera, etcétera, etcétera... (Como verán, cosas importantísimas, ¿no?)
El punto es que la bendita serie fue una de las más influyentes de la época...
Todas queríamos ser Kelly y andar con Dylan; nos sentíamos como Brenda cuando pasaba lo anterior, y buscábamos un novio como David, que andaba con Donna.
Todas creíamos tener un Steve esperando por nosotras, y fuimos un poco Andrea cuando el fulanito que nos gustaba no nos pelaba, o como Donna, cuando teníamos una bronca (era taaaan emocional)...
Total que así crecimos, con enredaderas emocionales que -según nosotros- nos retrataban a la perfección y relaciones que no llevaban a ningún lado, pero que cómo nos divertían.
Con los años vimos a todos enfrentar divorcios, infidelidades y... a Kelly dejar en el altar a Brandon (trauma!)... y, sin darnos cuenta, empezamos a vivir un poco como en BH (sin los autos de lujo y las casas en la playa, of course).
Así, formamos grupos de amigos que se relacionaban entre sí, y que daban vueltas y vueltas hasta llegar a ..... na-da...
Mi caso, como imaginarán, no fue para nada diferente.
"Tengo una amiga que tiene un novio que tiene un amigo con el que yo ando, y que le presentó un amigo a otra amiga para que anduvieran".
Sí, de verdad me pasó... sólo que yo fui la última que llegó a la cadenita. La historia completa se las contaré después, pues en este momento no se trata de eso, sino de el hecho de que hoy descubrí que BH 90210 me traumó para siempre.
"¿Por qué?", se preguntarán todos.
Pues porque hoy descubrí, gracias a mis amigas M e I, que mis relaciones son casi siempre, como un guión de la serie (no, queridos lectores, no hay calamidad, fue sólo un análisis). ¿Quieren ejemplos?, ok!
Resulta que tengo un ex que tiene un amigo que quiere conmigo, pero que no me dice nada porque el ex se enoja (bueno, para ser honestos, si me dijera no le diría que sí, tonssss así estamos bien), pero que cada vez que puede, me dice que soy como un billete de mil pesos tirado en la calle: "algo increíblemente maravilloso".
Por otra parte, tengo un amigo, muy buen amigo (que fue mi ex hace mucho tiempo, y con el que hasta hace unos meses parecía que algo nos uniría por siempre) que me llamó el fin y me dijo: "Vi tu mensaje (donde le avisaba que mi operación había salido bien), pero no te pude contestar porque estaba con ella, y hasta ahorita pude llamarte (cuando acababa de dejarla en su casa, ajá?). ¿Cómo estás?, ¿cuándo nos vemos para comer?".
Como verán, estos son apenas dos simples ejemplos de que mis relaciones son de la clase BH: enredaderas emocionales que no van a ningún lugar.
El punto no me preocuparía tanto si yo fuera Kelly y tuviera un Brandon y un Dylan esperando en la puerta de mi casa, a los cuales pudiera dejar plantados en el altar para convertirme en ¿madre soltera? (ok, esa parte de la serie estuvo medio rara, pero bueno...), pero no: YO SOY UN HONGO!
Entonces, he decidido enviar una carta a los creadores de la bendita serie, para que hagan un cambio en el argumento, de modo que la historia pueda serle favorable a millones de mujeres como yo, que vivimos esa generación y nos aprendimos de memoria las enredaderas. Además, la petición incluirá un apartado especial para que dejen de traumar jovenzuelas en peligro con la secuela de la serie (90210), en la que -otra vez- Kelly y Brenda se pelean al chico, mientras happily-ever-after Donna les da consejitos y las chicas de la prepa se enredan en sus relaciones y, además, se meten drogas, se vuelven anoréxicas y se embarazan (les digo, esto es un peligro)...
So, mujeres del mundo, ¿se unen a la pétición?

julio 13, 2009

Debería ahorrar...

Para mí, ahorrar es equivalente a dejar de fumar...
Simplemente no puedo hacerlo.
La única diferencia que existe entre ambas cosas es que la primera sí quiero hacerla, y la segunda, no (aún).
Año con año, cuando hago mi lista de propósitos para los 365 días siguientes, ahorrar es el número uno. "Debo ahorrar", me digo noche y día, mientras hago un listado anexo de para cuántas cosas debo salvar mi dinero: "para comprarme una cartera CH", "para regalarme un viaje a NY por mi cumpeaños", "para comprar los bellísimos Stuart Weitzman que me hacen ojitos en Antara", "para mi nueva compu", "para un coche", para, para, para...
Ahorrar se ha convertido en una obsesión... algo como escribir un libro antes de los 30 o volver a usar un vestido strapless negro que sólo me puse una vez: algo que debo hacer. Lamentablemente, como ser la talla uno que alguna vez fui, me es im-po-si-ble. No importa qué haga o cuánto me mentalice, es algo que simplemente se me niega...
No soy de esas personas que pueden separar dinero o que simplemente pueden dejarlo en su cuenta de ahorros... yo, simplemente, tengo dinero y me lo gasto.
"Te quema las manos", me dijo mi mamá una vez y es muy cierto. El dinero inocupado (aunque sea en lo más estúpido del planeta) me produce algo así como una alergia... debo acabar con él.
Como imaginarán, casi siempre termino con mi sueldo antes de que me alcance a comprar lo que vi tres días antes y me enamoró.
"No es cuánto gastas, es cuánto ganas", dijo una vez alguien que me hizo sentir inocente, pero que no tenía nada de razón. Si no, ¿cómo hace la gente que sobrevive con un salario mínimo y mantiene a ocho integrantes de su familia?
Yo, que soy una y gano más de un salario mínimo, no puedo tener un "guardadito"...
Pero el asunto es todavía más grave, pues el ahorro no se refiere únicamente a dinero, sino a toooodo lo que se puede ahorrar: energía, luz, costos de celular, tarjetas de crédito, agua, palabras, calorías y una larga lista de etcéteras...
Soy una pésima ahorradora, tanto, que he llegado a pensar que debería asistir a un grupo de ayuda donde, al salir, me den un cochinito de cerámica para empezar a poner ahí todas las monedas de las que tanto me quejo (es que pesan... entonces, me las gasto!).
Como no tengo tiempo para hacer esas cosas, he decidido que ustedes, lectores imaginarios, serán mi grupo de autoayuda... So, "Hola, soy yo y soy una pésima ahorradora"...

PS. ¿Y mi cochinito de cerámica?

julio 12, 2009

Botones de menos...

Para Pau

Tenía diez u once años cuando cambié mi camiseta por un corpiño... El asunto, honestamente, no era necesario, pero para mí era lo más sexy que podía ocurrírseme (qué lejos estaba yo, de saber sobre cosas sexy).
Unos meses después, mi mamá, que sabe de cosas sexy, me regaló mi primer brassiere: un Petite Dior blanco con filos rosas, de corte muy similar a los bras de Skinny que una vez traté de ponerme. El regalo me resultó, ahora sí, el pararayos de la sensualidad... yo, una pre-adolescente arrogante y antisocial, usando un brassiere cuando nadie más lo necesitaba.
La emoción de usarlo me duró hasta que mis compañeras se empezaron a retrasar en ello y comencé a ser la única que realmente lo necesitaba.
Luego vino la moda de las superflacas y la mitad de mis "adoradas" compañeras se volvieron anoréxicas, por lo que menos necesitaron un brassiere... y yo me traumé porque no podía fingir tener un 32AA, cuando tenía un 34B...
"¿Por qué no soy plana?", me pregunté día y noche por años y años... "¿por qué no soy plana?", decía con la vista en el cielo cada vez que veía a quienes podían ponerse camisetitas sin mangas (y sin brassiere), porque tenían menos busto que el más delgado de los niños de mi salón...
"¡¿Por qué, Señor, por qué no soy planaaaaaaaa?!"... dije millones de veces en mis oraciones hasta que... me vi en un vestido de noche y descubrí la magia...
Era mi salida de la secundaria y yo llevaría un discretísimo vestido rosa que mi abuela había elegido. Mi mamá, que siempre me ha dado gusto, descubrió en mis ojos la más terrible frustración cuando me vi con él, y accedió a comprarme otro modelito: uno color crema de tirantes delgaditos que dejó a más de uno con el aliento contenido...
Esa noche, no sólo bailé con quien quise y tomé cuantas medias de seda quise, sino que también descubrí que eso que tanto me había hecho enojar, era motivo de deseo...
"Cuando necesites algo rápido, y dependa de un hombre, usa un buen escote", me dijeron como secreto cuando cumplí 15 y fue legal sentirme mujer... Nada más cierto, pues poco a poco me fui dando cuenta de cuántas puertas, ventanas y cortinas podía abrirme...
Con los años, descubrí que maravillosamente yo no soy plana y tengo lgunas ventajas sobre las que apenas rellenan un bra de Skinny...
Hoy, orgullosísima de mi copa C, no dudo en asegurar que casi cualquier cosa puede ser solucionada con un botón de menos y un buen brassiere: desde la mesa en el restaurante, hasta el doble shot de café, los trámites simples y complejos, y el enojo de un novio...
"Cuando necesites algo rápido, y dependa de un hombre, usa un buen escote", fue mi primer consejo de mujer... y uno de los mejores que he recibido...

julio 09, 2009

Montaña rusa


"Yo soy como la montaña rusa", me dijo alguna vez un chico bastante chico, pero que resultó tener algunas de las grandes verdades del mundo en su boca.
Yo, que en ese momento no entendí a qué venía el comentario de la montaña rusa en medio de una conversación sobre lo difícil que es encontrar a alguien que verdaderamente te entienda, le pregunté de inmediato a qué se refería.
"La gente", me dijo, "es adicta a las emociones. Le gusta estar y no estar, divertirse sin compromisos, tener el poder de abrir las puertas cada mañana y descubrir una nueva aventura... en fin... le gusta subirse a la montaña rusa...".
Eso es muy cierto, pensé, y esa es una de las cosas más difíciles de compaginar con una pareja convencional... En mi caso, busco el equilibrio en el vértigo, disfruto del poder de ser libre, de la oportunidad de ver hacia todos los puntos cardinales sin tener un par de blinkers como los caballos de carreras... disfruto mi libertad, aunque puedo compartirla...
"¿Y entonces?", le pregunté para que siguiera.
-Entonces, la gente ama las montañas rusas, pero nadie en su sano juicio pondría su casa ahí arriba... para eso se necesita estar en tierra firme...
"Cierto, muy cierto", dijimos una amiga y yo, que escuchábamos atentamente.
Yo jamás me quedaría con alguien que no me dé un poco de equilibrio, que no me deje usar mis alas porque piense que jamás regresaré... Yo necesito alguien que me pueda ofrecer eso y que esté dispuesto a recibir lo mismo...
"Por eso soy como la montaña rusa... porque nadie en su sano juicio pensaría en mí como el chico bueno con el que se pueden quedar... carajo, soy con el que cojen, no con el que quieren criar a sus hijos", dijo.
Y ahí salió el otro peine... el que va directito al futuro, el que dice que las subidas y bajadas espontáneas no son la mejor forma de formar una familia, el que obliga a ser decente sin que sepamos exactamente qué quiere decir esa palabra...
"Con quién criar a mis hijos", repetí totalmente ensimismada en mis pensamientos... De todos los hombres que han cruzado mi vida, la mitad de ellos no corresponde a la categoría de "será buen papá" que uno puede ver en algunos.
Nadie en su sano juicio pone su casa arriba de la montaña rusa... No... quizá en una rueda de la fortuna, en un carrousel, en las sillas voladoras... pero jamás en una atracción extrema que te puede hacer subir y bajar el estómago con la misma facilidad que tendría para dejarte en el mismo sitio donde te recogió... jamás.
Por eso los hombres y las mujeres vemos diferente a cada persona, por eso los categorizamos, por eso nos subimos una y otra vez al juego, por eso somos a veces el juego... porque sabemos que un día tendremos que parar...
Yo amo la montaña rusa... son fanática de la adrenalina... pero a veces empiezo a tener ganas de subirme a otro juego...


PS. I'd a better day coz of u... I <3 u

julio 05, 2009

De la cantina personal

Hay que ser muy supersticioso para escuchar a mi amiga L.
Yo, que lo soy hasta por debajo de las uñas de mis pies, la escucho con calma cada vez que me extiende la baraja española.
"Me estoy muriendo, y tú, como si nada...", empieza a cantar sintiéndose Lola, mientras va acomodando las cartas de diez en diez y yo me muerdo ya las uñas... "como si al verme, te alegraras de mi suerteeeee".
"¿Sabe que estás en casa?", me pregunta interrumpiendo por un segundo la letra de la canción. "Sí, lo sabe", contesto yo, sabiendo ya que su canción tiene significado, nombre y apellidos.
"Qué mal te hice, que no supiste perdonarme... qué mal te hice, que me pagas con la muerte", termina de cantar cuando posa la última carta.
"Y no se acerca... ni pregunta por ti... qué cabrón...", me dice, y yo suelto un suspiro.
"Me estoy muriendo, por tu culpa, por tu culpa", canta mi abuela, que se la sabe entera, como para ponerle soundtrack a lo que me dice L.
"Es que yo no sé qué le pasa", me dice ya medio enojada, "está pendejo, te quiere, pero te sacrifica. Si él sabe que te mata con sus cosas, ¿por qué chingados, entonces, dejarte así?".
"La puñalada que me diste fue trapera; de esa se salva quien no tiene corazón", cantan un poquito a dúo, mientras L sigue contando cartas.
Para ese momento, ya me acabé la uña del dedo meñique y empecé con el anular que quizá nunca ocupe...
"Lo dicho, se va a ir... ¿y sabes qué?, que te va a doler hasta el tuétano", me dice. "¿Más?", le pregunto, y no termino cuando ya asiente...
"Qué mala forma de pegarle a un corazón", termina de cantar mi abue, y yo ya me la aprendí...
-Pero, ¿por qué?, le pregunto.

-Ay, eso sí no lo sé; soy medio bruja, pero no tan chingona...
-Mmmm... Ya mejor me voy, que me mueves todo en la cabeza...
-¿Qué culpa tengo yo, de que te hayas enamorado así?
-Ya, ya... le digo cuando la dejé atrás... qué cabrón, sí; pero yo qué pendeja...
"Me estoy muriendo, y tú, como si nadaaaaaaa"...