agosto 26, 2009

Recuerdos de una muerte pequeña

Recuerdo perfecto la primera vez que lo sentí...
Fue una descarga eléctrica recorriéndome la espina dorsal, un rayo tibio quebrándome las piernas, un dulce calambre en la punta de mis pies... un minuto de asfixia y taquicardia que me hizo volver a la vida... un barril de miel derramada... una pequeña muerte.
Su llegada me tomó por sorpresa, como por sorpresa me tomará la muerte o el amor, que es casi lo mismo...
Y así, en un segundo, me hizo adicta... y quise sentirlo más y más veces... siempre, mientras me quede vida.
Recuerdo esa tarde, su cuerpo tibio, mis pies helados; recuerdo todo como si fuera ayer, como si el corazón no terminara de calmarse, como si la piel aún guardara su recuerdo.
Fue mi primer orgasmo, mi primer momento, mi primera vida.
Y sí, llegó casi por casualidad... sin intentarlo, sin saber.
En esa época, era yo muy inexperta, muy inocente, muuuuuuuuuy pendeja...
Sabía, deseaba, buscaba, mucho menos que hoy... pero fue lindo.
Creía que las cosas llegaban con magia, que la vida tenía una caja de música escondida, que abría cuando decidía irme a la cama con él; creía que había bruma fresca, aroma a lirios, luz filtrada...
Me levantaba de la cama envuelta en sábanas; me tragaba los gritos, los rasguños, las palabras... era yo tan joven, tan virgen, tan sencilla...
Luego todo fue distinto, aprendí a vivir en cada beso, a luchar por alcanzarlo, a correr hasta la cima... y nada volvió a ser lo mismo.
Me convertí en mujer, en animal nocturno, en lágrima dulce, en coleccionista... y busqué en cada piel, en cada boca, en cada daga, en cada mano, en cada cama, una pequeña muerte para llenar el vórtice de mi deseo, para saciar el hueco de mi vientre...
Lo recuerdo, lo recuerdo claro...
Cierro los ojos, vuelvo a arquear la espalda, a estirar los pies... y entonces, simplemente, quiero morir nuevamente...

agosto 24, 2009

Nací mujer

Hoy debo decirte todo, hacerte saber lo que tantas veces preguntaste, recordar esa noche para intentar explicarte lo que a veces ni yo misma entiendo.
Era tarde, hacía frío. Acabábamos de hacer el amor luego de una larga noche de fiesta, mi vestido verde todavía colgaba del brazo del sillón, mis piernas aún temblaban por la intensidad de la explosión. La casa era un sembradío de ropa y silencios, pero decidiste romperlo.

-¿Me amas?

-¿Qué pregunta es esa?, tú y yo no hablamos de amor, es el acuerdo.

-Esta vez hablaremos, ¿me amas?

-Esteban, por favor, no juegues con eso, ya hemos platicado.

-No estoy jugando María, sólo quiero saber si me amas.

-¿Amarte? Es muy difícil decirlo…

-¿Entonces por qué sigues durmiendo conmigo?

-No dormimos, cogemos.

-María, ¿qué palabra es esa?, responde ¿me amas?

-¿Acaso tú lo haces?

-Sí.

Era muy pequeña, yo no lo recuerdo, pero dicen los que estaban que cuando nací el médico dijo que era mujer, yo siempre he pensado que quiso decir que algún día sería mujer.

Siempre me dijeron que ser mujer era un castigo de Dios, que yo no debía sentirme orgullosa, sino al contrario, culpable porque todos los males de la humanidad eran culpa de “nosotras”. Me enseñaron a tenerle miedo y descontento, a creer que era un martirio, a cerrar las piernas cuando me sentara y no abrirlas hasta que me casara. Me enseñaron a decir siempre sí, a menos que ese sí tuviera que ver con mi sexo, en cuyo caso sería un no; me enseñaron a tenerle pena, a no conocer lo que llevaba ahí abajo, a arrastrarme por el suelo en busca de migajas, a suplicar la presencia aunque no fuera acompañada del amor. Durante años me educaron para ser de todo, menos una mujer.

Nací mujer treinta años después de que salí de mi madre. Sé que tardé mucho, pero así fue. Siempre me dijeron que era fea y tonta, que debía aprovechar la oportunidad de un marido porque no se me presentaría dos veces y que una vez casada tenía un compromiso con mis padres, que para eso me habían educado. Fue entonces que cuando me desperté luego del funeral me sentí abandonada en el desierto, como si me hubieran soltado una gran cuerda que me unía a “mi gran salvador”, como si en ese momento no quedara más que esperar a morir.

No nací mujer sino hasta que me encontré contigo dos años después de estrenar la viudez, cuando decidí que era hora de volver a empezar, cuando diste un salto a mi cama y te acepté gustosa de conocerme.

-¡No digas bobadas!, tú no me amas, sólo nos somos convenientes.

-Para ti son bobadas, pero yo te hablo en serio, te amo.

-No, eso no es cierto…

-Llevamos cuatro años juntos mujer, ¿esperabas que no me enamorara de ti?

-No vengas ahora con eso, tú y yo teníamos un acuerdo, la pasábamos bien, eso era todo. El amor nunca estuvo en el trato.

Cuando nací mujer descubrí que mi cuerpo era de seda y poseía un segundo corazón entre las piernas, un corazón que latía desesperado, que respiraba, que sudaba, que enloquecía hasta lanzar un grito que sólo yo escuchaba. Cuando nací mujer supe que mi pelo era caricia, que mi ombligo era una vez copa, que mis uñas eran agujas y mi vientre podía convertirse en circo.

Y descubrí que en realidad busco un dueño que me haga creer que le pertenezco aunque jamás deje de ser mía, uno que me apriete y me rechace cuando me convierta en su sombra, que no me permita ser más suya de lo que puede serle mi sexo.

-¿Trato?, no sabía que lo nuestro se trataba de un negocio, pero en ese caso, creo que te debo mucho más de lo que puedo pagar. Yo quiero tenerte para mí, despertar descansado en la mañana luego de no haber tenido que abrir los ojos para descubrir que ya no estás.

-Pero es que tú no entiendes, las cosas estaban claras, por lo menos para mí, aquí no había amor, sólo deseo, sólo había carne, sólo eso combinado con un poco de compañía.

-La que no entiende eres tú, es imposible que luego de este tiempo esperaras que yo no sintiera nada, ¿acaso crees que estoy vacío, que sólo soy un pedazo de piel erecta que se llena y se vacía con cada orgasmo?

Ese día supe que a base de respirar entrecortado, de marcar los territorios de tu espalda, de alborotar los dos rosales que tengo en el pecho podía por fin romper la barrera de ser niña. Sólo explorándome despacio nacería de nuevo, esta vez como algo mío, reluciente, húmedo, cambiante.

Cuando nací mujer supe que lo sería siempre, cada vez más aficionada a sentirme mía cuando otro se introdujera en mi inocencia desflorada, pues aunque me declaro adicta quiero que sepas que no necesitaba sentir la espada que llevas, sino el capullo que alojo.

No era adicta a ti, sino a mi cuerpo, a sentirme cuando estabas dentro. Sí, te necesitaba para descubrir el templo, para explorarlo y satisfacerlo, para invadirme y permitir que alcanzara la profundidad de mi existencia.

Te necesité, incluso creí que podíamos amarnos, pero luego pensé que tú también querías sentirte, apretarte contra mi sexo, tenerte dentro mío para aproximar la punta a tu vientre. Supe entonces que no éramos más que un par de amigos que jugaban a conquistarse, que se ayudaban a sentirse eternos, que compartían un cuerpo para describir el suyo con gemidos.

-¿Quién crees que soy, qué crees que soy?, ¿acaso no te he dicho mil veces que te quiero?

-Pero es muy diferente, yo también te quiero, como quiero a mi gato o como quiero a mis libros, como alguien que me hace descubrirme, que me ayuda…

-Entonces eso represento, bien… pues te hubieras acostado con tu gato, así no hubieras tenido que pasar por este momento tan desagradable.

-Deja de decir idioteces, durante años la pasamos bien, no sé por qué ahora tienes que venir a complicarlo todo confundiendo el amor con el deseo. Ya verás que dentro de un tiempo vas a preguntarte cómo es que pudiste creer que me amabas.

Supe entonces que dejaría de preocuparme por el amor y el pecado y seguiría besándote, que arrancaría tus labios para probar mis dientes e inundaría tus gritos con mi océano sólo para probar sus caudales, que usaría mis piernas para aprisionarte y arquearía mis pies para saber sus motivos, para conocer cada doblez, cada flexión hasta memorizar cada uno de ellos; que abriría mis ojos para verte, pues sólo viéndote sabría hasta dónde llegaban mis poderes.

No puedo decir que no deseaba sentir tu piel, que no anhelaba los encuentros, que me era indiferente tu cuerpo firme, tu fuerza al penetrarme, tu sonrisa venida desde lejos cuando dejabas correr el río de sal y semen luego del último suspiro. No, no me eras indiferente, pero me resultabas cada vez más ajeno, cada vez más dentro de esa delgada línea que puede para separarnos en el límite de nuestros deseos.

-Es una lástima que veas las cosas de esa manera, yo no creo, sé, siento que te amo, pero gracias por todo, quizá algún día seas tú la que se dé cuenta…

-¿Darme cuenta?, ¿de qué?, ¿de que te amo?

-Dime, ¿lo haces? No te quedes callada, maldita sea, lo menos que merezco es que digas algo…

Aprendí a mostrar los senos, a acariciar mi vientre cada vez que quería hacerte venir, aprendí a conocer a esta María que gime, que a veces llora cuando corre frenética hacia la cima, a esta que me fue negada durante años por considerarse sucia, impura. Sólo a través de tu cuerpo pude encontrarme abierta para recibir esa daga ardiente que llevas entre las piernas, sólo a través de sentir tu lengua enredada en mi garganta, tus dedos recorriendo mis botones secretos podía encontrar este silencio que a veces estalla en mi cuerpo haciéndome saber que dentro llevo un infierno.

Soy yo a quien pertenece el cuerpo que descubres en la cama luego de la tormenta de sábanas y besos, soy yo la que nace y vive cada vez que pertenezco al demonio del desierto; soy yo la que descubre en cada acometida un grito nuevo, la que disfruta cada pliegue de su cuerpo, la que afloja el cuerpo arrepentida por no pedir más, por haberme distraído.

-No me preguntes ahora si te amo, porque no, no te amo, sólo yo puedo amarme, en esta infinita perfección que son mis cavidades, hechas a la medida de tus deseos. No te amo, pero quédate. Si alguien se irá esa debo ser yo, pues sólo así podré saber qué se siente dejarte abandonado, deseando beberme hasta dejarme vacía, anhelando llenarme cada espacio con tu cuerpo.

-Entonces eso era lo único, probarte que eras capaz de esto… de jugar sin quemarte, de presentarte dos veces por semana en una cama para irte sin sentir culpa alguna. Lo lograste, me atrapaste, ¿quedaste satisfecha?

Diste la vuelta sin dejar que te explicara, sin permitirme que dijera lo que se me quedó en la garganta, lo que hubieras entendido, lo que te habría hecho esperar. Necesitaba decirte… que debía ser yo la que se fuera, pues sólo así podría ser yo la que regresara...

agosto 19, 2009

Problemas auditivos

Hace muchos, pero muchos años, en un reino muy muy lejano, mi sis tenía una amiga, experta en animalitos del Señor.
Resulta que la amiga en cuestión había pasado sus más dulces años envuelta en relaciones de esas que deberían ser reportes de National Geographic...
En alguna ocasión, la reportera antropológica tuvo un novio que tenía severos problemas de audición (y de orfandad), pues en más de una ocasión dejó de escuchar las necesidades de la reina, y acomodó las palabras a su antojo.
Ella, como es normal, acudía a sus amigas en busca de consuelo cada vez que el imbécil aquel le rompía el corazoncito con una de sus joyas...
"Es que no se preocupa por lo que quiero yo", les decía una y otra vez tras el relato del día; antes de que ellas le soltaran la letanía de "déjalo porque es un pendejoquenotemerece", que -obvio- ella nunca escuchaba.
Muchas, muchísimas veces, me ataqué de la risa con las historias -que llegaban a mí, ya fuera por la interfecta o vía mi sis-, que no sólo me hacían pensar que el tipillo era un animalito del Señor que no tenía remedio, sino que ella tenía muy, muy mala suerte...
Pero hubo una, una en especial, que me hizo convencerme de que el tipo era el animal más grande que había pisado la faz de la Tierra, y me llevó, no sólo unirme a la petición popular de que abortara la misión de tratar de civilizar a un Neanderthal, sino a jurar que un día reivindicaría a la pobre mujer.
La reportera antropológica era experta, así de ex-per-ta, en juguetear en el coche, por lo que -como casi todas las anteriores- la historia tuvo lugar ahí, en su coche...
Luego de varios días de no verse, la reina tuvo a bien salir con el Neanderthal para, luego de ir al cinito, ir a otro lugar más... ejem, ejem... íntimo...
En el trayecto, luego de ver una peli romanticona, preguntó con voz de gatito feliz: "Amor, ¿me quieres?".
Como se imaginarán, ella esperaba una respuesta del tipo de "claro, cielo, claro que te quiero", a lo que lanzaría otra pregunta: "¿cuánto?", y él podría responder algo como "mucho, cielo, muchíiiiiiisimo... de aquí a la Luna es poquito...".
Peeeeeeeeeeero... les dije que el tipito era huérfano y medio sordo, por lo que la respuesta estuvo bastante lejana de eso.
-Amor, ¿me quieres?
-Mmmmm... ¡que te lo metas en la boca!
(sonido de rewind rayado)
¡¿QUÉEEEEEEEEEEEEEE?!
Resulta que el rey adorado no escuchó la pregunta "¿me quieres?", sino "¿qué quieres?"... y, como iban a "ponerse más cómodos", le pareció una buena idea empezar en el camino...
Sobra decir que la pobre se quedó con la misma cara que están poniendo ustedes y que se soltó a llorar cuando lo contó.
"No se vale, no se vale", decía una y otra vez, "está bien que sea una caliente, pero se hubiera esperado...".
Obvio, luego de eso decidió no volver a verlo, pero la anécdota quedó entre nosotras como una de esas historias con moraleja que jamás podremos olvidar...
So, como yo soy una buena chica, la comparto con ustedes para que nunca, nunca, NUN-CA, traten de civilizar a un Neanderthal...

agosto 15, 2009

E-le-men-tal...

La calamidad prohibida hizo su reaparición...
Bastó un mensaje de seis palabritas para hacerlo volver, de la santidad de su hogar, a mis dominios.
Menos de tres minutos después de haber enviado el mensajito famoso, mi celular comenzó a vibrar.
Era él, con sus frases subidas de tono y sus propuestas abiertas, con su sabor a té de menta y sus caricias estremecedoras, con su deseo desbordante y su mujer sobre los hombros... él.
Mentiría en decir que me tomó por sorpresa. No. Su llamada fue una de las ochenta cosas que sé que hará por irse conmigo a la cama y volver a soltarme el cuento del amor eterno, los hijos y la casa.
Pobrecita calamidad prohibida... es tan elemental...
Cuando lo conocí, pensé que sería diferente: un hombre casado, quince años mayor que yo y con un largo historial de conquistas podía ser cualquier cosa, menos elemental.
Obvio, me equivoqué.
Comenzamos a coquetearnos un día en una biblioteca, ante la mirada de mis amigas M e I, que se cansaron de decirme que enredarme con él era un error, una falta a la moral y las buenas costumbres, y un peligro en el que no me iban a dejar meterme.
"Pero es casado", me dijo M cuando le dije con toda la honestidad de que soy posible, que me gustaba.
"¿Y...?", le contesté con una liviandad de la que aún ahora me sorprendo.
-¿Cómo que "¿y...?"? ¡Es casado!
Por días, semanas quizá, trataron de convencerme de que era una mala idea... pero yo ya lo traía metido en la cabeza y no pensaba soltarlo.
"Mira", les dije un día, un poco cansada de su insistencia de dejarlo por la paz, y cuando ya llevaba un buen camino de investigación sobre él y su vida. "No lo quiero para casarme con él; me gusta, es todo".
-Pero tiene esposa.
-Sí, Hillary ahí está... pero no le pienso decir que la deje...
-Pero, ¿no te da cargo de conciencia, pensar que le estás quitando algo?
-Mmmm... NO. El punto es que, si lo vemos objetivamente, yo no le estoy quitando nada... que ella no haya perdido antes.
Hasta unos meses antes de que él apareciera en el panorama, la simple idea de enredarme con un casado em parecía imposible, casi antinatural... "Con un casado, jamás", dije una y otra vez.
Luego algo pasó, y entendí que somos adultos y sabemos lo que hacemos, y que, mientras guardáramos las proporciones, no había nada de malo en que tuviéramos una aventurilla.
-Donde vea que te clavas.... me dijo una coworker cuando se enteró del numerito.
-¿Cómo se te ocurre?, es imposible que me clave con un tipo como él...
-Te gusta mucho, eso es suficiente para que te claves...
-No... no lo es...
-Te doy seis meses, escúchame bien: SEIS MESES. Luego voy a empezar a joderte con que lo dejes...
"Dame nomás tres...", le dije en medio de sonrisas cuando salía de su oficina. "Nomás tres...".
Tener una affair de esa clase implicaba, sí, mucho riesgo para mi necio corazón, que de pronto se cree campeón de plataforma 10m... Sin embargo, había una parte de la historia, una que me sonaba a novela moderna, que me tentaba más de lo que podía resistir: hombre casado+mujer independiente+esposa ejemplar+deseo ardiente+relación prohibida+ex cercano+inspiración renovada... era algo que no podía dejar pasar.
-Te va a partir la madre; me dijo M cuando le dije que mi decisión era definitiva: me enredaría con él.
-Sí, te la va a partir completita; coincidió I. Y entonces vas a venir llorando y te vamos a tener que decir que te lo dijimos.
Nunca pasó...
Resulta que luego de un par de ocasiones, a la calamidad prohibida le dio por decirme "te amo", hablar de amor eterno, casas, niños, mañanas juntos y hasta funerales... y yo perdí el deseo por completo.
"O sea, ¿en serio cree que cuando tenga cuarenta voy a seguirme acostando con el mismo casado de mis veinticinco?", le pregunté a mi sis tras mostrarle un mensaje.
-Sí, eso cree... me contestó entre risas.
-Pendejo... elemental... cabrón... me quitó las ganas...
-Suele pasar, es como encontrarte a tu mamá en plena peda: te la baja.
-Aguafiestas... tan bien que íbamos...
Luego de esa vez, no quise saber más de él... y él tampoco intentó acercarse.
Hoy, bastantes meses después, a mis hormonas queridas se les antojó ronronear... y mandé mensaje de saludos...
Pobrecita calamidad prohibida, tan elemental...
-Te he extrañado, preciosa...
-¿Sí?, dije con una voz de gato que ni yo me termino de creer, pero que sé que lo pone súper hot...
-Sí... mucho. Quiero verte...
-Mmmmm.... me habías olvidado...
-Jamás, preciosa... jamás podría olvidarte...
¿Ven a qué me refiero? Es una ternurita, ¿no?
Tan delicado, tan decente, tan caliente, tan elemental...
Pero no le hace, a veces uno necesita regresar a lo básico... al poder...

agosto 13, 2009

La otra...

"Tú eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante", me dijo una vez una calamidad pasada.
Cuando lo escuché, la verdad es que quise mentársela, decirle que era un imbécil y que jamás en la vida volvería a regalarle un beso...
En lugar de eso, lloré como Magdalena hasta que se me acabaron los motivos y empecé a creer que tenía razón... después de todo, la experiencia me dicta que los hombres van y vienen de mi vida como boomerangs.
La calamidad en cuestión había hecho justo eso durante varios años de mi vida, hasta que un día decidió hacerle caso a la sabiduría milenaria que salió de mis labios entre beso y beso, luego de que me contara de su entonces novia, que tenía un amigo con el que pasaba más tiempo que con él.
"No hagas lo que no quieres que te hagan", le dije, "¿con qué cara te pones así, cuando tú estás besuqueándome y le dices que tomamos cafecito?".
Dos años después de eso, cuando me dejó en casa, simplemente me besó la frente...
No me importó.
Cuando lo conocí, estaba yo en mi mejor época.
Fuimos novios por un tiempo y luego seguimos siendo cualquier otra cosa, al tiempo que seguíamos con nuestras vidas. Nuestra relación era tan satisfactoria de la forma en que la habíamos dejado crecer, que llegó a convertirse en la más estable que tuve por años.
"A ti siempre te he sido fiel", le dije una noche en su auto luego de que me susurrara que era yo la cínica más adorable que había conocido.
-¿Fiel?, no juegues, corazón, si has tenido novio y nos hemos visto.
-Sí, fiel, porque cuando estoy contigo, ningún otro hombre ronda mi cabeza.
Era cierto... la calamidad anatómica tenía la habilidad mágica de sacarme hasta la más enterrada de las calamidades pasadas o presentes. Cuando estaba con él, nada en el mundo me importaba.
No, no es que estuviera enamorada, era que no teníamos nada qué escondernos.
Por eso, quizá, me dijo lo de la amante, porque no se tenía que andar por las ramas.
Esa tarde de la sentencia, la calamidad anatómica y yo tomábamos café en Starbucks, y le contaba de mi último heartbreak.
"Es que no sé qué hice mal", recuerdo que le dije. "Por primera vez en la vida me le entregué a alguien hasta el tuétano, y mira qué pasó...".
-El asunto no es lo que haces, sino lo que eres.
-¿Lo que soy?, le pregunté mientras me limpiaba un lagrimón que se me escurría por la mejilla derecha. ¿Lo que soy?
-Sí, lo que eres. Andas de aquí para allá sin necesidad de alguien, eres independiente, eres fuerte, eres más inteligente que muchos de los que nos cruzamos por tu camino... ¿qué necesitas de uno?, na-da.
-Pero sí necesito...
-Pues no parece, muñequita, no parece... Cuando uno se encuentra con mujeres como tú, se siente inútil, estorboso, ordinario, como dirías tú...
"Mujeres como yo", repetí en mi mente, cada vez más confundida. "Mujeres como yo"...
-Tú eres de la clase de mujeres que te llenan, que te descubren, que te dejan ser tal cual eres... pero que rapidito están pidiendo que uno se vaya. No necesitas que te salven, que te protejan; eres de las que saben tres artes marciales y tienen influencias en la PGR, y uno a veces necesita sentirse el héroe de la película...
-Pero sí necesito que me salven... no tengo salvoconductos para evitar mi propia guerra...
-No, reina, no tienes salvoconductos, pero te gusta pelear tus batallas... Eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante, porque nomás podemos por ratitos...
Para cuando terminé de escucharlo, el diluvio se me había soltado en los ojos y no había santo que lo detuviera...
"Tranquila, tranquila", me susurró mil veces mientras me abrazaba y me acariciaba el cabello, en un gesto protector que jamás había tenido ni ha vuelto a tener, y que duró hasta que pude contener la lluvia y salimos del café.
Durante todo el camino a casa nos mantuvimos en silencio: él sabía que por primera vez me estaba rescatando, y yo sabía que jamás en la vida iba a poder decirle de nuevo que todo estaba en orden...
Cuando llegamos, me besó las manos y la cara, me limpió las lágrimas que volvían a escurrir, y me soltó un: "prométeme que siempre serás mi amante" que me hizo bajarme del coche y correr a mi puerta.
Meses después, cuando sus palabras dejaron de herirme, volvimos a vernos. Ninguno de los dos tocó el tema.
Hablamos como siempre, nos aconsejamos como siempre, pero nada era ya lo mismo... quizá porque yo ya había entendido...
Soy de esa "clase de mujeres"...



PS: Amo ser la mala mujer...

agosto 12, 2009

Lógica empresarial

Hay gente que dice que no está bien combinar los negocios con el placer.
Yo soy de otra idea...
Para mí, los negocios y el placer son la misma cosa (no, gente bonita, no soy teibolera, no se hagan ilusiones...).
Resulta que, en ambos casos, el éxito depende de tener un buen socio.
El buen socio es aquel ciudadano que ofrece el mejor funcionamiento del changarro, aquel que es capaz de ayudarte a alcanzar el equilibrio y brindarle a la empresa aquellas cosas que tú no puedes, porque no son tu fuerte; el que llena los vacíos...
No se trata de que esté guapo o feo, sea rico o pobre (aunque si tiene su dinerito, mejor...), sea alto o bajo, delgado o gordito, detallista o no detallista; se trata de que lo veas y digas "este ciudadano y yo podemos comernos el mundo entero remojadito en leche".
Hasta ahí, la lógica empresarial va perfecta, ¿no?
Pues ahora viene la parte del placer.
Imagina que tienes el super business de la vida, el soñadísimo por todos. ¿Qué es lo que buscas ahora?
Sí, recuperar la inversión y tener buenas ganancias.
Pues resulta que un buen socio en las relaciones garantiza (como McDonalds), no sólo recuperar la inversión en un tris, sino también tener un superávit en tiempo récord, lo cual es igual a.... placer garantizado.
En este caso, como tu buen socio te conoce bien, sabrá de tus necesidades y deseos, de tus miedos y ansiedades, de tus alucines baratos y de los más exclusivos; entonces no te tendrás que andar con eufemismos que para nada, más que para complicarse, sirven.
Obvio, el asunto aquí es encontrar al socio perfecto que, además, quiera poner el mismo negocito que tú; pero eso, a menos que quieras la versión reloaded del cuento de hadas, podría no ser tan complicado.
Se trata de que comprendas que en esto todo debe ser fifty-fifty, que se trata del negocio más importante de tu existencia y que, por lo tanto, vale la pena invertirle. No, tampoco estoy diciendo que uno deba ser el accionista capitalista, no, pero tampoco que él lo sea.
Se trata de hacer negocios con placer, de abrir una empresa y tener un solo proveedor, de ser comprador del producto, de hacerle buen marketing, de ponerle empeño para que salga...
Se trata, gente bonita, de que le entremos al mundo globalizado... So, hagamos negocios.

agosto 08, 2009

Mensajitos tibios

Desde que nos conocimos, la calamidad espejo y yo fuimos buenos amigos.
Hoy por la mañana recordé un montón de momentos que compartimos, y lamenté haberlos perdido.
Recordé, por ejemplo, una tarde que nos pronosticamos el futuro en Ciudad Universitaria... otra en la que me arrasatró hacia adentro de una sex shop y me hizo recorrerla como si fuéramos amantes experimentadísimos en esa clase de instrumentos; otra en la que, frente a su entonces novia, hizo un comentario que casi me hace escupir el café sobre la mesa... recordé...
Y, como es normal, me dio por extrañar...
De todo lo que pudo haberme robado un par de lagrimones, hubo algo que me provocó un particular sentimiento de nostalgia...
La calamidad espejo y yo tuvimos una comunicación maravillosa desde la primera vez que cruzamos palabra; podíamos pasar horas platicando de cualquier cosa, desde libros y maestros, hasta fantasías sexuales y tabúes...
Hablar con él me descubría. Nunca me he sentido tan cómoda hablando de mí y mis deseos, como cuando hablé con él... por eso esta mañana extrañé con tanta fuerza...
Hace tiempo, entre una teleconferencia sobre guilty pleasures y la primera vez que sentí sus labios en el elevador de un auditorio, comenzamos a mandarnos mensajes.
Al principio eran coquetones, del tipo de "eres la mujer más sensual que conozco" vs "para qué me lo dices, si nomás me emocionas?". Luego empezamos a quitarnos la vergüenza y fueron subiendo de tono hasta que se convirtieron en un brasero...
Y es que la calamidad espejo y yo nos trajimos ganas desde el principio, para qué mentir. La amistad, que existía de la manera más honesta, era como la otra cada de la moneda... pero lo que se nos ocurría de vez en vez era algo innegable.
Por años, los mensajes fueron y vinieron de manera intermitente. De pronto era él, de pronto era yo quien iniciaba la cadena, pero fuera como fuera, era inevitable que alguno de los dos terminaría sudando...
La calamidad y yo nos queríamos, sí, pero también nos deseábamos...
La última vez que nos escribimos, soñé con él...
"Quisiera verte", tecleé, "se me han ocurrido un par de ideas".
Unos minutos más tarde llegó su respuesta. "A mí también, ni te imaginas..."
Los mensajes, cada vez más descriptivos y tentadores, me hicieron, dos horas después, ofrecerle a la vida mi dedo meñique por tenerlo frente a mí...
Esa noche, nos retiramos a media madrugada con la respiración entrecortada...
No volvimos a escribirnos, no así...
Hoy, el recuerdo de esos mensajes me hizo sentir nostalgia... y tecleé...
"Extraño ser tu amiga... extraño tener línea directa..."
No lo envié... aunque daría mi dedo anular por recuperar eso que tuvimos una vez...

agosto 02, 2009

Almas gemelas

Soy de las que creen en las almas gemelas.
Sí, ya sé que suena cursi y todo el rollo, pero realmente creo que existen... No, de hecho estoy segura de que existen.
¿Que cómo lo sé?, es muy sencillo: yo tengo la mía.
La conocí hace diez años y desde entonces no ha habido un solo instante en el que no haya sentido que estamos unidas por un lazo indisoluble.
Mi alma gemela y yo hemos pasado por todo lo imaginable, desde alegrías y éxito, hasta fracasos y depresiones... Ella es, sin temor a equivocarme, la persona que posee el diccionario más completo sobre mi idioma, quien me conoce de memoria...
De mis aventuras de juventud, de mi crecimiento, de mis caídas, de mis sueños... ella ha sido cómplice. Durante todo este tiempo nos hemos acompañado, iniciando y terminando eras, sobreviviendo en la tormenta, buscándonos y descubriéndonos, queriéndonos, soportándonos y creyendo en la otra aun cuando hemos querido estar solas...
"Yo te he querido, incuso cuando tú has deseado que no te quiera", dijo alguna de nosotras hace tiempo... y sí, ha sido así, las dos lo hemos hecho...
De todo lo que hemos pasado, incluso de lo peor, hemos salido avante gracias al inmenso amor que tenemos una por otra...
Hace años, cuando pasé por uno de mis más devastadores heartbreaks y me acompañó en la distancia, le dije que estaba segura de una sola cosa: "Yo puedo vivir sin un él, pero no sin ti"...
Hasta hoy, sigo estando segura de ello... porque si no la hubiera conocido, jamás hubiera sabido lo que es conectarse desde el alma...
Ella es mi hermana, mi mejor amiga en el mundo, mi equilibrio... lo ha sido siempre y lo será toda mi vida, sin importar qué suceda o dónde estemos. Por ella creo en las almas gemelas, porque ella es la mía...