agosto 13, 2009

La otra...

"Tú eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante", me dijo una vez una calamidad pasada.
Cuando lo escuché, la verdad es que quise mentársela, decirle que era un imbécil y que jamás en la vida volvería a regalarle un beso...
En lugar de eso, lloré como Magdalena hasta que se me acabaron los motivos y empecé a creer que tenía razón... después de todo, la experiencia me dicta que los hombres van y vienen de mi vida como boomerangs.
La calamidad en cuestión había hecho justo eso durante varios años de mi vida, hasta que un día decidió hacerle caso a la sabiduría milenaria que salió de mis labios entre beso y beso, luego de que me contara de su entonces novia, que tenía un amigo con el que pasaba más tiempo que con él.
"No hagas lo que no quieres que te hagan", le dije, "¿con qué cara te pones así, cuando tú estás besuqueándome y le dices que tomamos cafecito?".
Dos años después de eso, cuando me dejó en casa, simplemente me besó la frente...
No me importó.
Cuando lo conocí, estaba yo en mi mejor época.
Fuimos novios por un tiempo y luego seguimos siendo cualquier otra cosa, al tiempo que seguíamos con nuestras vidas. Nuestra relación era tan satisfactoria de la forma en que la habíamos dejado crecer, que llegó a convertirse en la más estable que tuve por años.
"A ti siempre te he sido fiel", le dije una noche en su auto luego de que me susurrara que era yo la cínica más adorable que había conocido.
-¿Fiel?, no juegues, corazón, si has tenido novio y nos hemos visto.
-Sí, fiel, porque cuando estoy contigo, ningún otro hombre ronda mi cabeza.
Era cierto... la calamidad anatómica tenía la habilidad mágica de sacarme hasta la más enterrada de las calamidades pasadas o presentes. Cuando estaba con él, nada en el mundo me importaba.
No, no es que estuviera enamorada, era que no teníamos nada qué escondernos.
Por eso, quizá, me dijo lo de la amante, porque no se tenía que andar por las ramas.
Esa tarde de la sentencia, la calamidad anatómica y yo tomábamos café en Starbucks, y le contaba de mi último heartbreak.
"Es que no sé qué hice mal", recuerdo que le dije. "Por primera vez en la vida me le entregué a alguien hasta el tuétano, y mira qué pasó...".
-El asunto no es lo que haces, sino lo que eres.
-¿Lo que soy?, le pregunté mientras me limpiaba un lagrimón que se me escurría por la mejilla derecha. ¿Lo que soy?
-Sí, lo que eres. Andas de aquí para allá sin necesidad de alguien, eres independiente, eres fuerte, eres más inteligente que muchos de los que nos cruzamos por tu camino... ¿qué necesitas de uno?, na-da.
-Pero sí necesito...
-Pues no parece, muñequita, no parece... Cuando uno se encuentra con mujeres como tú, se siente inútil, estorboso, ordinario, como dirías tú...
"Mujeres como yo", repetí en mi mente, cada vez más confundida. "Mujeres como yo"...
-Tú eres de la clase de mujeres que te llenan, que te descubren, que te dejan ser tal cual eres... pero que rapidito están pidiendo que uno se vaya. No necesitas que te salven, que te protejan; eres de las que saben tres artes marciales y tienen influencias en la PGR, y uno a veces necesita sentirse el héroe de la película...
-Pero sí necesito que me salven... no tengo salvoconductos para evitar mi propia guerra...
-No, reina, no tienes salvoconductos, pero te gusta pelear tus batallas... Eres de la clase de mujeres que uno siempre tendrá como amante, porque nomás podemos por ratitos...
Para cuando terminé de escucharlo, el diluvio se me había soltado en los ojos y no había santo que lo detuviera...
"Tranquila, tranquila", me susurró mil veces mientras me abrazaba y me acariciaba el cabello, en un gesto protector que jamás había tenido ni ha vuelto a tener, y que duró hasta que pude contener la lluvia y salimos del café.
Durante todo el camino a casa nos mantuvimos en silencio: él sabía que por primera vez me estaba rescatando, y yo sabía que jamás en la vida iba a poder decirle de nuevo que todo estaba en orden...
Cuando llegamos, me besó las manos y la cara, me limpió las lágrimas que volvían a escurrir, y me soltó un: "prométeme que siempre serás mi amante" que me hizo bajarme del coche y correr a mi puerta.
Meses después, cuando sus palabras dejaron de herirme, volvimos a vernos. Ninguno de los dos tocó el tema.
Hablamos como siempre, nos aconsejamos como siempre, pero nada era ya lo mismo... quizá porque yo ya había entendido...
Soy de esa "clase de mujeres"...



PS: Amo ser la mala mujer...

4 comentarios:

  1. Una mujer maravillosa como tú puede andar por la vida como mejor le parezca, eres impresionante. A veces quisiera ser un poco como tú, eres una persona impactante, que cuando la ves a lo lejos Bang! dispara y te noquea. Tal vez por eso idiotas como esa calamidad huyen como ratas!...
    Just go with the flow Koala!!

    ResponderEliminar
  2. y q pasa.. cuando t dicen como hombre.. q eres demasiado para alguien.. pero tu.. la amas.. y la quieres a ella??

    ResponderEliminar
  3. I just looooooove the PS!! Rockea ja, mucha propiedad señorita, se lo aplaudo!!
    Y si, yo también soy del tipo tuyo, ja.. y frustra, aunque todos digan "ayy pero seque qué vieja!!", "qué independiente, qué fuerte, qué cabrona!!"..NEEEEELLLL.. o sea, está super cool serlo y todo peroo.. oiganme noo el precio está feooo!!

    ResponderEliminar
  4. María: Gracias amiga!
    Rix: ¿qué pasa? mmmm... que luego de que moqueas por un par de días, te volteas a la calle y dices "Next". Quizá sí, eres mucho para ella...
    Ella: Sí, el precio es caro... pero cuando ve cuál es el precio de ser lo otro... diuhhh! no, mejor esto que dejar de ser quien soy... mejor...

    ResponderEliminar

Chisméele a gusto, al fin que vamos para largo...