octubre 17, 2014

Sin control

Soy una freak del control.

Sí, soy una de "esas" mujeres.

No soporto no tenerlo todo, no saberlo todo, no hacer bien todo, no decidir todo (aunque siempre evada decidir para evitar la confrontación), no controlar todo, no (ponga el verbo que guste) todo.

En días recientes, ha sido justamente "todo" lo que se me ha puesto de cabeza.

No, no es que haya sucedido en los últimos días, es que ha sido en ellos en los que ha terminado de suceder. De pronto, el control que guardaba sobre mí, sobre mi memoria, mis deseos, mi trabajo -que, hay que decirlo, es lo único que siempre he controlado totalmente-, mi casa, mi vida, se ha ido al carajo.

No recuerdo las dosis de medicamento, ni dónde dejé las llaves, ni quién soy o qué es lo que me gusta... vamos, ayer no encontré una sola categoría para la que fuera target. Muy cabrón, ah?

Tampoco sé dónde estoy parada o para donde quiero caminar, si quiero moverme o esperar inmóvil a que venga el temblor y me sacuda. No tengo ganas de salir, ni de ver, oír o sentir, vamos, he perdido por ahí también las ganas de pelear.

No quiero decir ni quedarme en silencio; sólo quiero dejarme caer en un agujero como el de Alicia: negro, en espiral, donde no pueda ni tenga que ver nada, donde no haya ruido, ni quejas, ni exigencias, ni dudas...

Quiero silencio, oscuridad, soledad. Quiero no tener que levantarme antes para preparar leche o calmar llantos, quiero un día no tener que poner buena cara y sólo decir "vete a la mierda"; quiero soltarme, cortarme las manos, que me duelen diario; cerrar los ojos, dormir profundo.

Profundo.

Profundo.

Pero luego escucho su voz, su vocecita clara que me recuerda que está ahí, conmigo, siempre. Y entonces sé que no puedo parar, que debo seguir, encontrar mi todo, aunque esté quebrado.

Y sus manitas me cruzan la cara, me repasan las líneas, me curan... y sé que de alguna forma, en algún momento, debo al fin recuperar el control.

octubre 14, 2014

A resguardo

Tenía yo como 20, la primera vez que me supe frágil.

Durante años había guardado compostura, llorado bajito, aprendido a no hacerlo; me había atado las manos, que duelen cuando el alma duele, y me convencí de todas esas cosas que creí (que a veces aún creo) que me mantenían a salvo.

Traté de ser quien era y luego, cuando dolía mucho, de ser quien no era.

Traté de ser sol y luna, mar y arena, viento y nubes, dualidad perfecta.

Traté de llenarme los vacíos con palabras, con  besos, con hombres, con silencios...

Traté de ser la que llenara sus ojos y también, la que me los llenara a mí.

Traté, lo juro, pero me rompí.


Anoche, que me encontré frágil nuevamente, cuando se cayó el asa que me detenía, supe que es tiempo de guardar mis piezas y reconstruirme.

No sé cómo termine esto, cuánto tiempo mi "yo" de antes tarde en encontrarse con mi "yo" de ahora, si es que lo hacen; o cuánto más podré resistir sin salir disparada como un cristal al que le impactan una bala. No lo sé.

Hoy todo es blanco y negro, lleno de gotas turbias... así que sólo puedo ponerme a resguardo en lo que pasa la tormenta.