octubre 24, 2009

...

Deja que caigan tus besos en mis caderas... que se derramen despacio, como si no lleváramos prisa...
Deja que sean tus manos las que descubran mi piel... que sean ellas las que acunen mi vientre cuando quiera beber...
Deja que sea en tu cuerpo que encuentre la calma... que sea en ti, donde me hallo en casa...
Deja que te recorra con la punta de mis dedos... que te acaricie en silencio en la madrugada...
Déjame sentir tu aliento en mi cuello... tu boca en mi pecho... tus ganas de hacerme el amor cada mañana...
Deja que sólo una noche recorra tu cuerpo hasta aprenderlo... que memorice tus sonrisas, tus silencios... tus abrazos, tus te quieros... Déjame sentir la espalda quebrar...
Deja que seamos tú y yo, no nuestra sombra o nuestra luz, las que elijan mancharse de sal...

octubre 21, 2009

Aún no descubro por qué si sabía que te irías, aún intento saber si te tengo.
Sé que me equivoco, que debiera pensar más en mí y menos en ti... que debiera borrar cada beso, de los muchos que me diste la noche que me pintaste una promesa bajo la luz de un bar...
...Que debiera irme, salir corriendo de tu recuerdo y arrancarme la piel que tatuaste...
Sé que debiera lavar mi piel hasta que deje de oler a tu piel... que debiera mirar hacia otra parte, donde no vivas tú... que debiera seguir caminando en dirección contraria, donde no hubiera sitio para encontrarte...
Sé que debiera olvidarte... ignorar el silencio... seguir caminando... dejar de soñar...
Pero no puedo... aún sigo preguntándome si, en el fondo, te tengo...

octubre 18, 2009

Cinco sentidos: oído

"Si sigues besándome así, un día simplemente no te dejaré llegar a tu casa", le dije cuando me rozó el cuello mientras nos despedíamos.
Durante horas había tratado de disimular que sus besos provocaban un mar de sensaciones en mi cuerpo, pero en ese momento, de mi boca salió lo que llevaba toda la velada deseando: "no te dejaré llegar a tu casa"...
Nunca, hasta entonces, había deseado de esa manera. Jamás, hasta esa noche, había pensado en abandonar mi cama para buscar en otro sitio el calor que necesitaba mi piel...
La calamidad en cuestión había saltado a mi vida casi por casualidad unos días antes, en uno de esos giros que tiene el destino, y se había alojado en mis labios para hacerlos conocer el exceso y la adicción...
La siguiente noche que pasamos juntos, con su aliento en mi cuello y las rodillas apretadas de deseo, me abracé a él como si lo conociera de toda la vida, y le pedí que no se fuera... Yo, que por entonces aún sentía miedo de aceptar que las piernas se me iban derritiendo, me apreté contra su pecho cuando respondió que no iría a ningún lado, que se quedaría conmigo...
Horas después, con algunas copas encima y la miel cayendo lenta por mi espalda, el destino nos volvió a girar y debimos decir adiós...
"Si sigues besándome así, un día simplemente no te dejaré llegar a tu casa", le dije entonces sin pensar, deseando que fuera esa, y no otra, la noche que abandonara mis sábanas por seguirlo a él...
"Si te beso así, es porque un día no quiero llegar... ¿Crees acaso que no tengo tantas ganas como tú?", me dijo al oído, dejándome sin habla y sin respiración.
Nunca, hasta entonces, el sonido de las palabras me había sorprendido tanto como esa noche; no sólo fueron las mías, saliendo naturalmente de algún sitio en el fondo de mi vientre; sino las suyas, que me llevaron al desierto, desde donde aún no vuelvo...
"Un día no llegaré, me secuestrarás y yo te ayudaré...", una frase que sigo escuchando aún, entre sueños...

octubre 16, 2009

Cinco sentidos: vista

"Hay mucha gente viéndonos", le dije cuando puso su mano sobre mi cadera y comenzó a jugar con el elástico de mi ropa interior.
Llevábamos todo el día jugando a seducirnos: mensajes tibios, palabras trazadas en la piel y un montón de miradas que hablaban por sí mismas; por eso no me sorprendió que me detuviera un segundo para decirme que le encantaría robarme en ese instante.
"Me encanta cuando te pones falda... luces sexy, cachondísima...".
"Cachondísima", pensé... Por primera vez en la vida, la palabra me quedaba exacta.
"Nos están viendo", le repetí cuando sentí sus dedos subir por mis muslos y supe que, si no se detenía, sería mi mirada la que nos delatara.
-No seas paranoica, nadie nos ve, todos están en lo suyo...
Sus dedos, tibios, suaves, subían y bajaban por mis piernas, dibujaban círculos, espirales ascendentes que me provocaban sensaciones encontradas y que, finalmente, terminaron por hacer que diera un paso atrás...
-No te vayas... no haré algo que no quieras...
-Que nos están viendo...
-¿Y? ¿A poco no disfrutas sabiendo que mientras yo te acaricio, todo el mundo hace un sacrificio por no voltear?
Tenía razón, lo disfrutaba. En un par de ocasiones había volteado a ver las caras de quienes nos rodeaban: tensas, llenas de nerviosismo, curiosas... y me había excitado aún más, de saber que aunque todos querían saber qué era lo que pasaba debajo de mi falda, nadie se atrevería siquiera a moverse.
Ahí estaba yo, que durante tanto tiempo había huido de sus manos, dejándome seducir por ellas frente a todo el mundo, arqueando la espalda por la cascada de sensaciones que tenía... apretando los ojos, con la cabeza echada hacia atrás, las uñas clavadas en su brazo izquierdo...
-Ya me voy, dije bajito mientras daba un paso hacia atrás para liberarme del deseo. Ya me voy, repetí...
Solté su mano y alisé mi falda, respiré profundo... giré.
Caminé hacia la salida como si hubiera ganado una batalla: con la frente en alto, las piernas apretadas, el cuerpo palpitante, el aliento vivo... Pude sentir cada una de sus miradas, como hierros calientes, grabándome la palabra "puta" sobre la espalda; el peso de sus ojos cayendo sobre mí cuerpo, la fuerza de sus palabras no dichas...
Y me sentí feliz.... feliz por saber que era a mí, a nadie más, a quien pertenecía mi cuerpo...
...
"Nos vieron", escribió más tarde. "Nos vieron, y me creció el deseo".