agosto 08, 2009

Mensajitos tibios

Desde que nos conocimos, la calamidad espejo y yo fuimos buenos amigos.
Hoy por la mañana recordé un montón de momentos que compartimos, y lamenté haberlos perdido.
Recordé, por ejemplo, una tarde que nos pronosticamos el futuro en Ciudad Universitaria... otra en la que me arrasatró hacia adentro de una sex shop y me hizo recorrerla como si fuéramos amantes experimentadísimos en esa clase de instrumentos; otra en la que, frente a su entonces novia, hizo un comentario que casi me hace escupir el café sobre la mesa... recordé...
Y, como es normal, me dio por extrañar...
De todo lo que pudo haberme robado un par de lagrimones, hubo algo que me provocó un particular sentimiento de nostalgia...
La calamidad espejo y yo tuvimos una comunicación maravillosa desde la primera vez que cruzamos palabra; podíamos pasar horas platicando de cualquier cosa, desde libros y maestros, hasta fantasías sexuales y tabúes...
Hablar con él me descubría. Nunca me he sentido tan cómoda hablando de mí y mis deseos, como cuando hablé con él... por eso esta mañana extrañé con tanta fuerza...
Hace tiempo, entre una teleconferencia sobre guilty pleasures y la primera vez que sentí sus labios en el elevador de un auditorio, comenzamos a mandarnos mensajes.
Al principio eran coquetones, del tipo de "eres la mujer más sensual que conozco" vs "para qué me lo dices, si nomás me emocionas?". Luego empezamos a quitarnos la vergüenza y fueron subiendo de tono hasta que se convirtieron en un brasero...
Y es que la calamidad espejo y yo nos trajimos ganas desde el principio, para qué mentir. La amistad, que existía de la manera más honesta, era como la otra cada de la moneda... pero lo que se nos ocurría de vez en vez era algo innegable.
Por años, los mensajes fueron y vinieron de manera intermitente. De pronto era él, de pronto era yo quien iniciaba la cadena, pero fuera como fuera, era inevitable que alguno de los dos terminaría sudando...
La calamidad y yo nos queríamos, sí, pero también nos deseábamos...
La última vez que nos escribimos, soñé con él...
"Quisiera verte", tecleé, "se me han ocurrido un par de ideas".
Unos minutos más tarde llegó su respuesta. "A mí también, ni te imaginas..."
Los mensajes, cada vez más descriptivos y tentadores, me hicieron, dos horas después, ofrecerle a la vida mi dedo meñique por tenerlo frente a mí...
Esa noche, nos retiramos a media madrugada con la respiración entrecortada...
No volvimos a escribirnos, no así...
Hoy, el recuerdo de esos mensajes me hizo sentir nostalgia... y tecleé...
"Extraño ser tu amiga... extraño tener línea directa..."
No lo envié... aunque daría mi dedo anular por recuperar eso que tuvimos una vez...

2 comentarios:

  1. Suena doloroso...lo del dedo meñique

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  2. Asi pasa... a veces ya no puedes regresar por donde venías. Hay que superarlo y seguir adelante.

    kthxbye

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Chisméele a gusto, al fin que vamos para largo...