mayo 03, 2009

Viejos conocidos...

La calamidad en turno ha sido mi amigo por más tiempo del que quisiera reconocer.
Es mi segunda relación más consistente, pues me sigue gustando a pesar de todos los defectos que le he encontrado a lo largo de ¿seis años?
Una noche de este enero, llamó y me dijo que quería verme.
Pasó por mí y fuimos al Starbucks más lejano que se encontró.
"Necesito hablar contigo", me dijo muy serio, intentando mantener la vista fija en el camino.
-Ja!, por fin te diste cuenta de que soy la mujer de tu vida y que no puedes estar un segundo más sin mí...
-¿Te parece si hablamos cuando lleguemos?
¡Horror!, la incertidumbre me mata y, como buena novelista encerrada en el cuerpo de una loca, no pude hacer más que pensar en el millón de posibles temas que querría tratar.
"Está enojado conmigo, ¿qué le hice?, no, ya sé, piensa que el beso de navidad no fue una buena idea... sí, seguro es eso... y me va a contar de su nueva conquista, sí, sí, segurito...", decía la mujercita masoquista que vive en mi mente, mientras yo seguía contándole cosas insignificantes.
Por fin llegamos al cafecín y, después de dos horas de conversaciones acerca de la profesión que compartimos, del éxito y la ambición, por fin tocó el tema.
-Te dije que necesitaba hablar contigo...
Y se arrancó con un monólogo que duró como 25 minutos y del que sólo recuerdo la frase "¿te gustaría que saliéramos, que intentáramos algo?"
¡Que qué!
La masoquistita de mi mente empezó a golpear su cabecita diminuta contra las paredes de mi cabeza y no me dejó concentrarme... So, lo único que pude hacer fue aventarme un rollo igual de largo, del que supongo que él sólo recuerda cuando dije "... y podemos ver qué pasa"...
Desde entonces ha pasado mucho, pero ya les iré contando... es una larga historia.

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Chisméele a gusto, al fin que vamos para largo...