agosto 18, 2014

"Lo que tú necesitas"

En la vida de una mujer, uno de los momentos más importantes que existen es aquel en el que una sabe qué es lo que necesita.

Para muchas, ese momento llega cerca de los 40, cuando ya han dejado de pensar en los otros (al menos durante cinco minutos) y se sientan a pensar en ellas. Para otras, las más millenials, llega mucho antes, por los 20, cuando han pensado más en sí mismas que en cualquier otra persona, y están listas para jugar el juego.

Para S, el tiempo llegó por ahí de sus 25, pero creyó que, como siempre, ese timing era una falsa alarma, así que siguió.

"Es que ¿qué chingados sabe uno a esa edad?", me dijo la otra tarde.

"Mucho, si eres tú", pensé en mis adentros, sabiendo que ella a los 25 tenía más certezas y claridad de la que tiene a sus treintayalgo, y de la que yo tengo a mis losquesean.

"Es que me seguí de largo, ¿ves?", me dijo con ese nuevo tono progre que se le puso de moda. "Me seguí, me dejé ir como hilo de media en algo que suponía que quería y que era normal, ¿pero qué chingados he sabido yo en toda mi vida de ser normal?"

Mientras la observaba me di cuenta que algo en ella se había removido: ya no era la chica burbujeante que vi en su boda, ni la mamá de dos que los criaba con apego, ni la profesional del equilibrismo... era ella, la que conocí una tarde en medio de una tormenta y que me invitó a compartir el cigarro cuando vio que el mío había sido arruinado por Tláloc.

"¿Qué te pasa, S?, ¿qué o quién te removió todo esto?", le pregunté de pronto, parando su soliloquio.

Ahí estaba, en silencio, con esos mismos ojos negros con los que me vio la primera vez que se confesó incompleta y me hice su amiga. En silencio. Negando con la cabeza. Jalándose los dedos.

"Es que el otro día me dijeron algo y me di cuenta de que la gente puede ver eso que yo he sabido desde hace mucho", me dijo bajito, casi con pena.

Y entonces lo supe, a S le había llegado ese otro momento trascendental.

Ese momento en el que una sabe que hay que parar.

Ese momento en el que sabe que es todo o nada.

Ese momento en el que descubres que la única que ha volteado la cara a lo que sabías hace mucho, eres tú.

Entonces supe que por fin, luego de tantos desencuentros, nos habíamos vuelto a encontrar.

Y lloramos juntas.

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Chisméele a gusto, al fin que vamos para largo...