agosto 21, 2014

Noticias inesperadas


"Qué raro es ver que tu ex se casa", me dijo el otro día R mientras íbamos a una junta.

¿Sí?, pregunté yo, un tanto extrañada por el comentario.

"Sí, porque es como saber que nunca más será tuyo, como saber que pudo amar después de ti, como si todo lo que un día pasó no valiera nada, como si todo lo que se te quedó tuviera que petrificarse", me respondió.

Yo, que ya he visto a un par de ellos hacerlo y que no acostumbro guardar esperanzas, no pude comprender lo que decía.

Para mí, los ex -a excepción de una calamidad tóxica de la que luego les contaré- son una clase de buenos amigos con los que me mensajeo cada cumpleaños y año nuevo, y de los que guardo los mejores recuerdos, así que cuando han decidido sentar cabeza no he sentido más que alegría.

No obstante, hoy tuve una sensación muy distinta a la que había experimentado, cuando en mi feed de noticias de Facebook apareció el anuncio de compromiso de una de las calamidades más importantes de mi -no tan larga- lista amorosa.

El especimen en cuestión fue mi novio desde los 16 y tuvimos una larga historia que se cerró, como te cuento en este post, de la forma más civilizada. Durante muchos años, luego de terminar, nos llamamos en los cumpleaños y favoriteamos nuestras fotos en cada red social, continuamos nuestras pláticas con amigos y familiares, y sonreímos cuando pensábamos en, un día, quién sabe cuándo, volver a vernos para tomar un café.

Para mí, él, que marcó mi vida de muchísimas maneras, era una asignatura completada con honores: no guardaba rencores o palabras sin decir, no había una sola cosa que hubiera deseado que sucediera distinto, ni una lágrima atorada en algún lugar de mi alma.

Estaba equivocada.

No, no es que ahora me dé cuenta que no haya cerrado ese ciclo, es que descubrí que en el fondo, abajo de mis certezas y sonrisas, tengo una lágrima de felicidad esperando por el día que ese hombre que tanto se negó el amor para siempre, por fin diga "sí quiero".


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Chisméele a gusto, al fin que vamos para largo...