Bajaba las escaleras de la Uni, cuando mis ojos se cruzaron con los de un moreno muy atractivo que enseguida me extendió los brazos.
No, no se trata de un sueño, ni de una historia salida de mi mente; de verdad sucedió.
El susodicho fue mi compañero (compañero también de la calamidad ex-presente) en la universidad. Él era una de las personas con quienes mejor me llevaba, y el único en la escuela que sabía el secreto detrás de mi escote (no, no me lo relleno).
J, como le llamaremos, se desapareció de la faz de la Tierra hasta hace más o menos un año, cuando nos reencontramos en no-sé-cuál de las mil ochocientas redes sociales que alguna vez he abierto (y de las que sólo quedan vivas FB y Twitter). Aun así, sabiendo que seguía vivo, no había vuelto a verlo hasta hoy.
"Te ves muy bien", me dijo con la misma increíble voz que recordaba y que más de una vez me había provocado escalofríos en los talones...
"Tú también", respondí inmediatamente, mientras disfrutaba el olor de su cuello y sentía el inicio de su barba contra mi piel...
Luego de comentar algunos detalles de estos años que nos habíamos mantenido sin contacto, J pidió mi número telefónico. "Te mando un mensaje, te llamo, y nos vemos para echarnos un café, ¿no?"
"Ajá", fue lo único que le pude contestar, porque la calamidad innombrable ya me veía desde lejos. "Me llamas y nos vemos".
Una hora más tarde salí de la Uni y, para mi sorpresa, lo encontré ahí, haciendo lo que llegó a hacer un rato atrás.
"Mira qué suerte tengo, me encuentro con una mujer hermosa dos veces en el día", dijo en voz alta, haciendo que me sonrojara.
Platicamos un rato más, justo lo que el cigarro que torpemente encendí nos permitió. Ahí, hablamos de borracheras, de periodismo, de libros y... de parejas.
"Ustedes los hombres son curiosos", le dije, "andan buscando mujeres excepcionales, y cuando las encuentran, las dejan por unas de lo más ordinarias".
"¿A qué hombres te refieres?", me preguntó quitando el cigarro de mi boca.
"A los extraordinarios", le contesté rápido, "son personajes curiosos".
-Se van con las mujeres ordinarias, dices.
-Sí, con las más ordinarias, las que tienen apenas tres neuronas (la que les hace escoger la ropa, la que les ayuda a pintarse las pestañas y la que les hace decir 'sí, mi amor').
-Pues entonces quizá no son tan extraordinarios, donde no se quedan con el premio mayor...
Para este momento, mi cigarro casi estaba por terminarse y mi vista estaba puesta en el camión estacionado a media calle, pero su aseveración: "quizá no son tan extraordinarios", me hizo voltear a verle directo al par de vórtices profundos que tiene por ojos.
-¿Qué?
-Sí, quizá no son tan extraordinarios... por eso buscan a las mujeres ordinarias...
El silencio nos llenó un minuto y, cuando iba a abrir la boca para decir algo, él se adelantó.
-Yo por eso no soy extraordinario, para poder quedarme con la que sí lo es...
Una vez más, el ambiente se llenó se silencio (en mi cabeza, claro, había todo un circo, pero fuera... nada). J y yo nos despedimos con abrazos, besos y la promesa de tomarnos ese café...
No, no se trata de un sueño, ni de una historia salida de mi mente; de verdad sucedió.
El susodicho fue mi compañero (compañero también de la calamidad ex-presente) en la universidad. Él era una de las personas con quienes mejor me llevaba, y el único en la escuela que sabía el secreto detrás de mi escote (no, no me lo relleno).
J, como le llamaremos, se desapareció de la faz de la Tierra hasta hace más o menos un año, cuando nos reencontramos en no-sé-cuál de las mil ochocientas redes sociales que alguna vez he abierto (y de las que sólo quedan vivas FB y Twitter). Aun así, sabiendo que seguía vivo, no había vuelto a verlo hasta hoy.
"Te ves muy bien", me dijo con la misma increíble voz que recordaba y que más de una vez me había provocado escalofríos en los talones...
"Tú también", respondí inmediatamente, mientras disfrutaba el olor de su cuello y sentía el inicio de su barba contra mi piel...
Luego de comentar algunos detalles de estos años que nos habíamos mantenido sin contacto, J pidió mi número telefónico. "Te mando un mensaje, te llamo, y nos vemos para echarnos un café, ¿no?"
"Ajá", fue lo único que le pude contestar, porque la calamidad innombrable ya me veía desde lejos. "Me llamas y nos vemos".
Una hora más tarde salí de la Uni y, para mi sorpresa, lo encontré ahí, haciendo lo que llegó a hacer un rato atrás.
"Mira qué suerte tengo, me encuentro con una mujer hermosa dos veces en el día", dijo en voz alta, haciendo que me sonrojara.
Platicamos un rato más, justo lo que el cigarro que torpemente encendí nos permitió. Ahí, hablamos de borracheras, de periodismo, de libros y... de parejas.
"Ustedes los hombres son curiosos", le dije, "andan buscando mujeres excepcionales, y cuando las encuentran, las dejan por unas de lo más ordinarias".
"¿A qué hombres te refieres?", me preguntó quitando el cigarro de mi boca.
"A los extraordinarios", le contesté rápido, "son personajes curiosos".
-Se van con las mujeres ordinarias, dices.
-Sí, con las más ordinarias, las que tienen apenas tres neuronas (la que les hace escoger la ropa, la que les ayuda a pintarse las pestañas y la que les hace decir 'sí, mi amor').
-Pues entonces quizá no son tan extraordinarios, donde no se quedan con el premio mayor...
Para este momento, mi cigarro casi estaba por terminarse y mi vista estaba puesta en el camión estacionado a media calle, pero su aseveración: "quizá no son tan extraordinarios", me hizo voltear a verle directo al par de vórtices profundos que tiene por ojos.
-¿Qué?
-Sí, quizá no son tan extraordinarios... por eso buscan a las mujeres ordinarias...
El silencio nos llenó un minuto y, cuando iba a abrir la boca para decir algo, él se adelantó.
-Yo por eso no soy extraordinario, para poder quedarme con la que sí lo es...
Una vez más, el ambiente se llenó se silencio (en mi cabeza, claro, había todo un circo, pero fuera... nada). J y yo nos despedimos con abrazos, besos y la promesa de tomarnos ese café...
jejjeje.. entonces J se podría llamar calamidad post-futura?
ResponderEliminarMmmm... I dn't kno... Maybe not a calamity, but a great moment... (Sometimes I'm so bitchy... right?)
ResponderEliminarayy koala! jajaja, como esta eso de: "el único en la escuela que sabía el secreto detrás de mi escote (no, no me lo relleno)", eh eh!, jajaj, tienes que explicarlo!! ash! jiji
ResponderEliminarVoto también por la explicación del secreto del escote ...
ResponderEliminarSaludos.
Volveré ...
Quizá, quizá, quizá... cantaría Nat King... pero en otro post! Mientras, gracias Luisz, por visitar (tu blog me gusta, y me gusta el de Ella -al que llegué por el tuyo-... aaaaaaaaaaa! Esto es un lío!).
ResponderEliminarNo, ya en serio, mil gracias...
ojala en algun momento llegue su propia prueba de fuego mutua.
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